CAPÍTULO 43

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Giulio pasó un buen par de horas en la azotea, tras aquella singular escena que se suscitó en la biblioteca. En concreto, estuvo meditando en el jardín de Isis lo mucho que se expuso por todo lo que había dicho. El jardín, particularmente, ocupaba toda el área de la parte más alta del edificio.

El frío de la madrugada lo obligó a resguardarse en un sitio más calientito, y tuvo que volver al ático, ya que solo se tenía acceso a ese lugar por la cocina del hogar de Franco.

Al entrar al ático, más allá de la una de la madrugada, lo recibió la oscuridad. Solo el pasillo que daba a las habitaciones estaba iluminado por la luz que se filtraba a través de la puerta abierta de la biblioteca.

Giulio observó la azucena que había tomado de una de las enredaderas del jardín, y después miró hacia la única puerta abierta del pasillo. Por lo que recordaba, Isis no dormía con la puerta de su habitación completamente cerrada, aunque alguien la estuviese acompañando. Así que fue capaz de deducir que, o seguía en la biblioteca, o posiblemente estaría durmiendo en la habitación de Franco.

Se aventuró, recorrió el pasillo en silencio y asomó nada más la cabeza al interior de aquella estancia repleta de libros. Así se encontró con un adorable cuadro que le entibió el alma.

Franco dormía con los brazos en torno a su hermana, creando una barrera protectora sobre ella que no le permitía moverse ni un poco. Parecía muy cómodo con el lateral de la cara recargada en la cabeza de Isis, y las manos entrelazadas para no aflojar las extremidades que figuraban ser unos barrotes llenos de amor.

Isis, por el contrario, no estaba dormida y no parecía tan cómoda como su hermano. Sin embargo, se veía tranquila y feliz. Tenía su atención puesta en la pantalla del teléfono celular, y solo se alcanzaba a apreciar como deslizaba el dedo pulgar sobre esta, extremadamente concentrada. No se movía nada de ella, más que sus preciosos ojos y su gracioso dedo. Seguramente no quería moverse de ahí, aunque la posición en la que estaba Franco la aplastaba y le torcía un poco el cuello.

—Bonita —la llamó Giulio en un susurro muy bajo, ocultando la lili a sus espaldas.

Isis levantó la vista del teléfono, y apenas sonrió cuando encontró a Giulio con medio cuerpo oculto detrás del marco de la puerta.

Giulio le pidió que guardara silencio colocándose un dedo sobre los labios, y enseguida la invitó a que se acercara sacudiendo ligeramente la mano.

Isis negó con la cabeza, señalando a su hermano durmiendo. Sin duda alguna, amaba estar ahí, a pesar de que posteriormente sufriera torticolis.

Como objeción, Giulio sacó la flor que ocultaba y se la mostró al ángel, enarcando una ceja desafiante.

Isis frunció el ceño. Si Giulio pensaba que una lili iba a borrar todo lo que se dijeron y lo que no lograron comprenderse, estaba equivocado. Por ende, le mostró la pantalla de su teléfono, develando caramelos de colores para corroborarle sin palabras que estaba muy ocupada. Tal vez no era algo demasiado importante, pero era eso o enfrentar lo que ahora ya sabía que Giulio sentía por ella. No tenía idea de cómo actuar respecto a esa nueva situación.

Giulio sacó su móvil, le desbloqueó la pantalla con la cara, y después se lo mostró a Isis presumiéndole las mismas coloridas golosinas.

La sonrisa de Isis se ensanchó. Quizá Giulio no estaba tan equivocado. Le dio un beso a su hermano en la cicatriz del pómulo y se escapó con mucho cuidado de la jaula de oro y amor infinito. De puntitas caminó sobre la alfombra hasta que salió de la estancia, con un escurridizo Zeus andando detrás de ella.

—¿Qué haces aquí? No es muy tarde para...

Isis fue silenciada por el tercer beso más bonito de la historia. No supo cómo, pero de un momento a otro, los suaves y húmedos labios de Giulio ya estaban sobre los suyos, apenas moviéndose, insinuando pedir permiso para proceder. Nada de aquel soldado la tocaba, excepto la boca.

EL DEMONIO DE FLORENCIA "ℰ𝓁 𝒽ℴ𝓂𝒷𝓇ℯ 𝒹ℯ𝓉𝓇𝒶́𝓈 𝒹ℯ 𝓁𝒶 𝓂𝒶𝒻𝒾𝒶"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora