La luna de media noche acompañó a un hombre de gabardina y sombrero a través de su paseo por las oscuras y hermosas calles florentinas. Para ser más precisos, el sujeto vagaba sobre la Lungarno Generale Diaz. El Rio Arno flanqueándolo y la Galería de los Uffizi en su periferia central era una escena digna de admirar.
Por alguna razón, a tan altas horas y con las luces de las farolas, cualquier sitio de Florencia tomaba una apariencia encandiladora. Se podía apreciar mucho mejor la perfecta arquitectura sin transeúntes o autos ensuciando su belleza. El silencio le daba un toque especial y supremo, como si cada bloque de las edificaciones y cada adoquín de las avenidas tomaran vida propia. En soledad reclamaba su autonomía y con discreción le recordaba a la humanidad su importancia histórica.
Florencia no solo era la capital de La Toscana, era el núcleo en el que se originó el movimiento artístico denominado Renacimiento, y era considerada una de las cunas mundiales del arte y de la arquitectura, así como también una de las ciudades más hermosas del mundo. Cualquiera que formara parte de su población debería sentirse honrado y agradecido.
Para honrar los sitios antes mencionados, el sujeto misterioso detuvo sus pasos en la esquina de la Piazza de' Giudici. Se acomodó el sombrero para cubrirse en su mayoría los ojos y se levantó las solapas de la elegante gabardina, ya que no quería que la metrópoli supiera todavía quien era y lo que estaba a punto de hacer.
Acomodándose los guantes de cuero negro que le protegían ambas manos, regresó a su paseo. Giró en la esquina, tomando camino sobre la Via de Castellani, y cruzó al otro lado, justo a donde se ubicaba los Uffizi.
Unos metros más adelante, encontró lo que estaba buscando. Dicho descubrimiento le torció la boca en una sonrisa de más perversa.
Paolo Cavalcanti salía por la puerta del Palazzo Vecchio, viendo la hora en su reloj de muñeca. Cuando las puertas se cerraron a sus espaldas, miró hacia ambos lados, como si estuviera buscando o esperando a alguien. Era demasiado tarde para que el alcalde de Florencia estuviera fuera y sin compañía. Probablemente estaba esperando a que sus guardias lo recogieran para llevarlo a casa sano y salvo. Qué lástima.
Algunos minutos atrás, los dos hombres que desempeñaban la importante labor de proteger a un tipo tan importante habían encontrado la muerte rápida e indolora con un balazo en la cabeza, sentados en sus respectivos asientos delanteros de un Lexus ES aparcado cerca de la Piazza Mentana. Tan cerca pero tan lejos de su jefe.
El hombre de sombrero y gabardina siguió caminando con un firme propósito, analizando los movimientos frustrados que hacia el alcalde. Le pareció entretenido verlo así de nervioso, pues, solo quienes tenían cuentas pendientes, temían de la noche. Sus pasos estables, resonando dentro del silencio casi sepulcral de la madrugada, alertaron al alcalde y lo complacieron a él.
Paolo giró abruptamente la cabeza hacia el lugar de donde se originaba aquel sonido siniestro. Achicó los ojos y dio un paso hacia adelante para poder adivinar quien osaba acercarse a él a esa hora y con esa apariencia enigmática.
A un par de metros de distancia, aquel sujeto sin identidad se detuvo, enfrentándose cara a cara con Paolo. No hubo necesidad de quitarse el sombrero y presentarse como era debido. Paolo supo de quién se trataba, en cuanto levantó ligeramente la cabeza y delató su rostro bajo la lampara del reloj de Vecchio.
—¿Qué mierda haces aquí? —preguntó el alcalde con aprensión. Discretamente miró hacia la avenida con la esperanza de ver el Lexus y a sus guardias. Lo único que encontró fue silencio y oscuridad. Ah, y una máscara veneciana en una de las manos enguantadas de su visitante.
—Tú y yo tenemos una cuenta pendiente, no lo olvides —dijo el hombre de gabardina, disminuyendo la distancia mediante un par de pasos decididos hacia adelante.
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EL DEMONIO DE FLORENCIA "ℰ𝓁 𝒽ℴ𝓂𝒷𝓇ℯ 𝒹ℯ𝓉𝓇𝒶́𝓈 𝒹ℯ 𝓁𝒶 𝓂𝒶𝒻𝒾𝒶"
ActionDe niño soñaba con llevar una brillante y blanca armadura. La vida lo obligó a portar la más letal y oscura. ******* Jean Franco es un hombre naturalmente soberbio. Utiliza su prodigiosa mente, su encanto nat...