Es irrefutable que, en algún momento de nuestras vidas, todos nos hemos preguntado qué herencia recibiremos por parte de nuestros padres o abuelos. Cuánto dinero o cuantos inmuebles nos corresponden es una pregunta constante.
Qué cómico. Nuestro legado lo recibimos desde que nacemos. El color de nuestros ojos, la forma de nuestra nariz, el volumen de nuestros labios, el estilo de nuestro cabello o, incluso, nuestro carácter y personalidad, son obsequios que se nos dan sin necesitarlos ni demandarlos. Genes innegables, aunque, a veces, indeseados. Una sucesión que nos marca para siempre. Un regalo que nos da un lugar en la sociedad sin importar raza, posición económica o género.
Si bien, existe esa clase de herencia con la que todos soñamos, esa que podría sacarnos de nuestros problemas financieros y nos facilitaría la existencia, el concepto de esta palabra es mucho más complejo y extenso.
Genética, dinero, residencias, un auto, terrenos, deudas, poder, venganza... El legado de la mafia era todo eso en conjunto y más.
Pero, ¿qué ocurre con esas herencias llenas de sentimientos y significado que, por lo regular, no valoramos? La muñeca de la abuela, la brújula del abuelo que fue militar, la sortija de una madre o el reloj de un padre. Somos tan superficiales, y estamos hundidos en un mundo lleno de banalidades, que lo importante lo volvemos insignificante.
Muchos años atrás, un padre le construyó a su amado hijo una casa en el árbol. Era una de esas herencias que revelaban lo mucho que se esmera un ser querido por demostrar cuanto ama a su familia. No importa si esa persona, con la intención de dar ese obsequio, prefirió seguir el camino de la oscuridad. Siempre prevalecería un rayo de luz y de esperanza hasta en el corazón más protervo.
Desafortunadamente, nunca sabremos si con esos legados estamos recibiendo una bendición o una maldición.
Giulio pisó con más fuerza el acelerador de su BMW naranja cuando advirtió un cumulo de personas que se aglomeraban sobre la pista. Calculó que estaban a unos cien metros de distancia, misma distancia que le faltaba para llegar al sitio en donde, según recordaba, se encontraba la propiedad donde tuvieron secuestrada a Isis en Rufina.
Toda esa gente no fue lo único que lo alarmó. También había un camión de bomberos, dos patrullas y una ambulancia cerrando el paso. Policías y agentes de tránsito desviaban el camino de los pocos autos que transitaban por ese lugar, ocasionando que dieran vuelta y regresaran.
De improvisto, un fuerte aroma a hierba quemada inundó sus fosas nasales, dándole una razón más para saber que algo muy malo había ocurrido.
Un minuto después, se estacionó chirriando las llantas traseras a pocos metros detrás de todo ese pequeño caos, y descendió del auto sin preocuparse en cerrar la puerta. Tuvo un pensamiento aterrador. Si Franco había ido ahí como lo imaginó, entonces algo pudo haberle sucedido.
Se apresuró a llegar a ese rio de personas que murmuraban a los oídos de otras y que intentaban asomarse por encima de las cabezas de sus acompañantes morbosos. Todos parecían asombrados, y algunos hasta entretenidos.
Se abrió paso entre todos ellos, consiguiendo que algunos lo insultaran y que otros lo empujaran, pero también hubo algunos que murmuraban la palabra "incendio". ¿Qué carajo habría pasado?
El corazón le latía en los oídos para el momento en que logró atravesar todo ese mar de personas. Fue así como le dio sentido a todo.
En una gran cantidad del bosque que se tenía que cruzar para llegar a la propiedad, aún se podían apreciar los resquicios de un incendio. Los árboles carbonizados se alzaban como fantasmas retorcidos, y sus ramas desnudas y chamuscadas se extendían sin vida hacia el cielo. Pequeñas brazas seguían intentando seguir con vida y el humo todavía seguía presente. El suelo, antes cubierto por un manto de musgo y hojas, se mostraba descarnado y oscuro, marcado por huellas de fuego que habían arrasado con la vida que alguna vez floreció allí.
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EL DEMONIO DE FLORENCIA "ℰ𝓁 𝒽ℴ𝓂𝒷𝓇ℯ 𝒹ℯ𝓉𝓇𝒶́𝓈 𝒹ℯ 𝓁𝒶 𝓂𝒶𝒻𝒾𝒶"
Hành độngDe niño soñaba con llevar una brillante y blanca armadura. La vida lo obligó a portar la más letal y oscura. ******* Jean Franco es un hombre naturalmente soberbio. Utiliza su prodigiosa mente, su encanto nat...