—Súbete. —Franco tomó a Vittoria del brazo y la empujó para que se subiera al auto.
—No, nada de eso —interrumpió Koslov empleando su lengua natal—. Nadie subirá a ningún lado. —En esa ocasión habló un mal pronunciado italiano, otorgándole la imperiosidad de su acento.
Susanna se quedó a la mitad de subirse a su propio carro. Benedetto cerró la puerta con violencia. Y Franco ubicó a Vittoria detrás de él, creando una barrera protectora con su cuerpo.
Los guardias de Franco y los de Benedetto cargaron sus pistolas humillantemente y apuntaron hacia el líder Koslov, originando que todos sus hombres cargasen sus rifles y apuntaran a ellos. El sonido de esas armas fue una orquesta de música tétrica que retumbó en los tímpanos florentinos.
La circunferencia que creaban los sujetos de apariencia vulgar, describía el contraste entre la distinción de la mafia italiana y la burda mafia rusa.
—Me parece que te sobrevaloré, Jean Franco —dijo Koslov, de nuevo en italiano. La burla en sus palabras no pasó desapercibida—. ¿Tan pocos hombres como protección? Tal vez eres igual de soberbio que Dante. Deberías temer a acabar como él.
Franco se enervó al escuchar el nombre de su padre de la boca de uno de sus asesinos. Levantó la barbilla con prepotencia y giró los pocos grados que necesitaba para quedar de frente a él. Apenas un par de metros lo separaban, pero no hacía falta estar más cerca para darse cuenta de la malicia en la expresión del ruso. Franco sospechó la razón para que estuviera amenazándolo con doce hombres que parecían ex presidiarios o prófugos.
—Mi perspectiva es diferente —dijo Franco, enfrentando la mirada rusa—. Me temes y necesitas a todos estos hombres para amedrentarme.
Benedetto tuvo ganas de decirle a Franco que omitiera cualquier tipo de comentario presuntuoso, pero se limitó al silencio. Aquella escena le recordó a su mejor amigo y al propio Koslov cerrando su acuerdo de narcóticos. Solo que, en esos tiempos, Matvey lucia más joven y no tenía la horrible cicatriz.
—Eres igual a él —dijo Matvey casi con admiración. Su sorpresa fue genuina, pues la última vez que tuvieron la necesidad de verse cara a cara había sido muchos años atrás, cuando Franco apenas pasaba los veintitrés años y aun no adquiría la dureza y madurez que había ahora en sus facciones. Desde entonces, cualquier asunto por tratar lo hicieron mediante terceros o por vía telefónica. Su asombro no era únicamente por su parecido físico, sin embargo. Hablaba y actuaba como Dante. Parecía su maldita reencarnación. Las revistas y el internet no le habían dado los suficientes créditos a su apariencia—. ¿Qué hubiera hecho tu padre en esta situación?
Como si se hubiese comunicado telepáticamente Koslov con sus esbirros, cuatro de ellos se acercaron a Benedetto y Susanna, les presionaron las puntas de las armas en la espalda y los obligaron a caminar.
Benedetto, por más que hubiese querido resistirse, obedeció pidiéndole a su esposa que también se sometiera, únicamente con verla. Vittoria se tapó la boca y se echó a llorar, observando como la vida de sus padres estaba siendo amenazada mientras eran forzados a caminar al centro del círculo donde se hallaban ella y Franco. Susanna también lloraba, negándose a mirar a su hija para que no descubriera el terror que la subyugaba.
—Mamá, papá —lloriqueó Vittoria desconsolada, refugiándose en la barrera que había hecho Franco para ella.
—Tranquila, cariño —le pidió Benedetto a su hija como digno representante de los Di Santis.
—Solo dime a que se debe tu visita tan hostil y así te dejas de espectáculos —demandó Franco. El sonido de los pasos de sus suegros sobre la arena le advirtió que habían llegado a sus espaldas. Tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no voltear y asegurarse que estaban bien. Cualquier distracción sería catastrófica—. Y que sea breve, llevo prisa.
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EL DEMONIO DE FLORENCIA "ℰ𝓁 𝒽ℴ𝓂𝒷𝓇ℯ 𝒹ℯ𝓉𝓇𝒶́𝓈 𝒹ℯ 𝓁𝒶 𝓂𝒶𝒻𝒾𝒶"
AçãoDe niño soñaba con llevar una brillante y blanca armadura. La vida lo obligó a portar la más letal y oscura. ******* Jean Franco es un hombre naturalmente soberbio. Utiliza su prodigiosa mente, su encanto nat...