ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 14

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<<Henry Brockman>>

<<Presidente Ejecutivo>>          

Leyó por enésima vez la elegante placa dorada adherida al extremo superior de la maciza puerta de madera oscura. Estaba de pie frente al escritorio de su secretaria apreciando con embeleso como el trabajo de toda su vida cobraba significado en aquel inerme rectángulo de metal. Las letras con su nombre y su cargo en Elitte habían sido grabadas con tal magistralidad, que para él representaban una obra de arte en sí mismas, había pasado, por tanto, y había hecho demasiado para llegar justo al lugar donde se encontraba. Bajo su mando, uno de los más grandes imperios de la publicidad en todo el continente.

Se dijo una vez más mientras ignoraba el parloteó lastimero de su secretaría, que todo había valido la pena, y su fin había justificado por completo sus medios.

—Jesica, antes de llenarme de trabajo me traes un café por favor. —le pidió sin ceremonias a la muchacha.

—Enseguida, señor —respondió ella diligente—. ¿Desea algo más?

Henry no se dignó a responderle, ni siquiera la miró, sencillamente pasó de largo y entró en su oficina directo a acomodarse en la enorme silla de cuero tras su impresionante escritorio. Unos instantes después, Jessica estaba de vuelta con el café.

—¿Quién ha dejado esto en mi mesa? —preguntó Henry frunciendo la nariz y crispando el labio superior, en su habitual gesto de disgusto—. No tiene remitente.

—No lo sé, señor... Yo no lo he dejado ahí, pero es para usted. —le hizo saber al ver la etiqueta que llevaba el nombre de su jefe.

—Bueno, ve por el café... Jesica, trae uno para ti... O lo que quieras, mientras me informarás lo pautado para el día de hoy. —Obviando el comentario estúpido de su secretaria, lógicamente era para él. ¿Para quién coño, más podría ser?

La secretaria asintió en silencio y salió de la oficina. Henry con el cejo arrugado, una vez estuvo solo, rasgó el sobre y volvió el contenido sobre su escritorio. Tres trozos blancos de papel brillante casi tan grandes como el sobre, estaban esparcidos frente a él, tremendamente intrigado los amontonó y los giró en un solo movimiento.

Sus manos se quedaron congeladas, sus pupilas se dilataron y la garganta se le llenó al principio con repulsión, y luego con terror. A todo color, entre cintas de acordonamiento y pequeñas plaquetas numeradas, estaba tendido en un oscurecido suelo lleno de despojos, el cuerpo quemado de una niña.

Inmerso en un pánico paralizante apartó la fotografía y sus ojos se detuvieron en la siguiente, esta vez era un acercamiento del abdomen de la pequeña, la carne expuesta iba del rojo intenso a negras secciones completamente carbonizadas, capas, de lo que suponía eran músculos y piel, se superponían unas a otras en una macabra sucesión de desgarramientos. Dejó caer sobre la mesa las fotografías, las náuseas habían espesado su saliva y el dolor se propagó vertiginoso por su cuerpo y su mente.

Su mano izquierda voló desesperada hasta estrellarse contra su boca, sus dedos se clavaron en la piel de sus mejillas, y la alianza en su dedo anular se apretó contra sus labios haciéndole daño. Sus ojos abstraídos miraban sin ver un primer plano del rostro calcinado dela niña. La fotografía exponía con escalofriante detalle las pestañas chamuscadas, los labios rasgados, y el hueso malar expuesto sin piel ni músculo que lo cubriera, una macabra blancura en medio del rostro ennegrecido.

En el extremo inferior de la última fotografía, desordenadas letras recortadas de diversos colores y tamaños, rotulaban la imagen con una lúgubre palabra: Camila. Un bramido ahogado le lastimó el pecho, contrayéndolo y expandiéndolo tan rápido, que estuvo seguro que le dolía el corazón mismo. Pesadas lágrimas rodaron por su rostro, mojando su mano y nublando su visión. ¿Qué clase de retorcido malnacido le había enviado aquello? ¿Cómo alguien podría saberlo?

Su cuerpo se había entumecido y la culpa se había apoderado de sus ojos, languideciendo su gesto y su espíritu. Recuerdos y recuerdos invadieron su mente, pasando velozmente uno tras otro. Apretó un labio contra otro y respiró hondo, secó sus lágrimas y con las fotografías en sus manos caminó como un autómata hasta la máquina trituradora. Uno tras otro salió los grupos de tiras, ahora las impactantes imágenes no eran más que un horripilante rompecabezas, encerró los trozos de papel entre sus dos manos y los descargó muy despacio sobre la rejilla de la moderna chimenea, accionó el botón de encendido, y siguiendo el leve olor a gas, una rápida chispa activó el fuego. Poco a poco las tiras empezaron a retorcerse hasta volverse grises cenizas. Quiso huir, pero no sabía cómo, así que se redujo a retirar su mirada del fuego, pero lo que se encontró no hizo más que revolver sus demonios e intensificar sus culpas. Sobre el marco de la chimenea un enorme cuadro lo mostraba a él, a Morgana y a Megan, los tres vestidos completamente de blanco, cada uno luchando por mostrar la más artificial de las sonrisas.

Quiso estrellar sus puños contra el frío retrato, pero sabía que jamás se atrevería, en cambio rugió enfurecido y empezó a gritar tan fuerte que Jessica no tardó en entrar en su oficina con una bandeja en mano, la colocó en el escritorio percatándose del estado alterado de su jefe.

—¡¿Quién coño dejó esta mierda en mi oficina?! —preguntó en un grito—. ¡¿Quién putas ha entrado en mi oficina?!

—No lo sé, señor —balbuceó Jessica—. Le preguntaré al personal de limpieza, señor. Se le enfría el café señor. —La chica trataba de calmar los ánimos extrañamente alterados de su jefe.

—Déjalo ahí, sal y cierra la puerta, quiero estar solo de momento. Te llamaré para revisar la agenda... Ve adelantar trabajo. —ordenó.

Henry se quedó fláccido, con los brazos colgando en sus costados y la mirada perdida en su puerta. Nada lo había preparado para ello, de ninguna manera habría podido advertir algo como aquello, y no tenía idea cómo hacerle frente.

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ESTA HISTORIA NO ES MIA, TODOS LOS DERECHOS A SU AUTOR ORIGINAL: @LilyPerozo

Muy amablemente me dio su AUTORIZACIÓN para la adaptación a ENGLOT

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora