ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 6

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Sábado por la noche. Las puertas del ascensor del piso de Engfa se abrían y Charlotte llegaba con botella de tequila en mano, encontrándose en primer plano a la chica a un par de pasos de distancia, con esa sonrisa que hacía que los vellos de la nuca se le erizaran.

La excitación se podía sentir en el ambiente ante la primera mirada. Llevaban siete días sin tener sexo e inevitablemente esa noche terminarían gozándola.

Charlotte se acercó para besarla, pero ella le llevó el dedo índice a los labios y la alejó, tomándola de la mano la guio al comedor que se encontraba iluminado tenuemente, frente a ella se presentaba una mesa hermosamente dispuesta para una cena.

—¿Has cocinado? —preguntó con la mirada iluminada por la sorpresa.

—Te explico, en este instante tengo sobre mi hombro izquierdo a mi ángel malvado que me dice: dile que sí lo has hecho tú, que eres una excelente cocinera, que te apasiona todo lo que tenga que ver con la cocina. Pero el ángel bueno en el lado derecho me susurra: solo dile la verdad, porque seguramente reconocerá la sazón del chef del Armani Ristorante. Dime tú, ¿a quién le hago caso? —preguntó llevándose las manos a las caderas a modo de jarra.

—Yo creo que le haremos caso al ángel malvado —dijo con una sonrisa irónica. Se dirigió a la cocina y colocó en el congelador la botella de tequila—. Me ilusiona pensar que puedo inspirarte para hacer una cena —farfulló fingiendo estar indignada.

—Un momento. Aquí la agasajada soy yo y sin embargo te he armado todo esto, es lo que puedes esperar que haga, mientras mis tarjetas estén activas la comida no faltará. Es eso lo importante ¿o no?

Charlotte le cerró la cintura con los brazos, pasándolos por el túnel que los de ella le creaban. Se sentó al borde de la mesa con las piernas separadas y extendidas apoyando los pies en el suelo. En un movimiento sensualmente violento, la obligó a dar un paso y meterse entre sus muslos.

—Que tú estés presente es lo verdaderamente importante —susurró mirándola con avidez, demostrando con solo ese gesto que se encontraba famélica de ella.

—Puedo decir que me inspiras para mejores cosas que una cena —musitó Engfa tomando el tibio rostro entre sus manos.

—¡Ya lo sabía! Me ves como mero objeto sexual, solo te falta meterme en la vitrina de tu vestidor junto a los vibradores que tienes.

A Engfa cualquier explicación se le enredó y no podía hilar palabras. Abrió la boca para reprocharle, pero ante la sonrisa sesgada que ella le regalaba se quedó sin argumentos.

Después de varios segundos encontró el valor para aceptar con normalidad que ella supiera lo de su colección de vibradores. Sacudió la cabeza de Charlotte y con dientes apretados le dijo:

—Eres una entrometida, una fisgona... Son cosas que no pueden verse

—De manera juguetona, Charlotte se acercó para besarla, pero ella la dejó mordiendo el aire—. Estás castigada, no habrá beso.

—Eso verdaderamente lo dudo —le advirtió con suficiencia.

—No lo habrá hasta después de la cena, así que ve a sentarte.

Le tomó las manos deshaciendo el agarre, se alejó un paso y Charlotte, como una niña buena hizo caso.

Se dirigió a la cocina en busca de la cena para servir, al regresar, vio que Charlotte observaba las velas con gran detenimiento; en su rostro se reflejaba un gesto impenetrable.

—No te van a quemar. Es una lámpara, éste es un bombillo —le explicó señalando la punta de la lámpara en forma de vela, la que tenía la bombilla bastante característica.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora