ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 22

224 15 0
                                    

Engfa no podía evitar reír ante los chistes malos, muy malos de su ex, lo que le causaba gracia era la manera como él los contaba, el entusiasmo que ponía al hacerlo. Había prometido ser solo su amigo y tres días después cumplía esa promesa, pasaba mucho tiempo en la boutique y no causaba molestias, por el contrario, ayudaba en muchas cosas, siempre fue un hombre realmente servicial, atento, amable, cualidades que la cautivaron en el pasado y lograron que entre ellos se diera una relación maravillosa, nunca hubo discusiones, ni malos entendidos, la confianza siempre fue el eje que mantuvo la relación, se podría decir que eran el uno para el otro.

Admiraba la belleza en el rubio, su mandíbula imponente que arrancaba suspiros en las mujeres, era de fisionomía atrayente, con unos ojos azules que deslumbraban y una sonrisa franca, además de ese aire de divina arrogancia que poseían los londinenses, pero que no era más que una fachada, porque él era el hombre más amable sobre la tierra, o al menos el que ella conocía.

Aunque se encontraba perdida en el océano que eran los ojos del hombre que tenía enfrente, alguien lanzó un anzuelo rojo, el Lamborghini la tentaba a ir a la superficie, la atraía de manera desmedida, de una manera a la cual no podía resistirse y ahí estaba acercándose a lo que probablemente sería una muerte segura.

La sonrisa se le congeló y su mirada se fijó en el automóvil de la prestigiosa marca italiana estacionarse en frente, Charlotte aparecía de la nada, una semana después llegaba como si nada hubiese pasado, como si no la hubiese relegado, ignorándola completamente, se había propuesto entender la situación por la que pasaba, pero al verla llegar con su anatomía perfecta, su andar de que era la dueña del universo y vestida de manera informal, el panorama cambiaba completamente y se sentía molesta o dolida, no podía definir en ese momento las emociones que la gobernaban.

Entró e intercambió unas palabras con Sun, y ella no podía desviar la mirada de ella, haciendo partícipe a Keng de su objeto de atención, mientras trataba de mantenerse impasible, no demostrar la ola que arrastraba sus sentimientos, no sentir cómo los latidos de su corazón se acoplaban a los pasos de Charlotte Austin y que la sensación de abismo en su estómago amenazaba con tragársela, ante el descontrol al que involuntariamente la sometía. Empezaba a sospechar que lo que esa mujer despertaba en ella no era sano, no era para nada normal, porque no entendía cómo podía atacar cuerpo y mente al mismo tiempo.

—Buenos días. —Abrió la puerta sin pedir permiso y saludó como si nada hubiese pasado, como si no hubiese desaparecido por siete malditos días.

—Buenos días —correspondió Keng para hacerse notar, mostrando una sonrisa que reflejaba supremacía, sentía que los últimos días había avanzado con Engfa y no daría marcha atrás, había notado la ausencia de la fiscal y de eso había tomado ventaja, no porque apareciera de la nada le iba a dejar el camino libre.

—Engfa, necesito hablar contigo, ¿me acompañas? —pidió con la mano en el pomo y bajo el quicio de la puerta.

—En estos momentos estoy ocupada, te llamaré por la tarde —contestó y prácticamente la estaba botando, pero era necesario que supiera que no estaría disponible para cuando a ella le diese la gana, no dispondría de su tiempo como si ella fuese de su propiedad.

—Más tarde no puede ser —alegó y con largas zancadas entraba a la oficina de la diseñadora. —Permiso. —La tomó por la muñeca obligándola a ponerse en pie ante la mirada atónita de Keng Harit.

Engfa se tensó por entera y trató de clavar los pies en el piso, haciéndose lo más pesada posible, con la mirada fija en Charlotte, exigiéndole que la soltara, no quería hacerlo con palabras, no delante de su ex novio.

—Ha dicho que en este momento no tiene tiempo para usted, señorita Austin —dijo Keng poniéndose de pie.

—No voy a seguir con el diálogo pobre y gastado de película, señor Harit. —Le hizo un ademán de alto con la mano, pidiéndole que no interviniese y en un impulso jaló a Engfa hacia ella, se hizo de la fuerza necesaria y la cargó, colocándola sobre su hombro.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora