ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 29

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"La obra humana más bella, es la de ser útil al prójimo."

Sófocles

El océano atlántico con su inexorable belleza bañaba las costas de Salvador de Bahía, lugar donde aterrizarían dentro de pocos minutos. Meena iba a bordo de unos de los tres helicópteros que acompañaban a Reinhard Austin.

El hombre pensaba eludir una donación de calzado para niños y medicamentos, cediéndoles la labor a personas que trabajaban para él y que contaban con su entera confianza; sin embargo, Meena advirtió en el rostro de él que no estaba completamente satisfecho.

Sin duda, era un compromiso que tenía pendiente y que había olvidado, pero ella no iba a permitir que dejara de lado sus responsabilidades para cumplir con ella. Entonces le hizo saber que estaría encantada de acompañarlo y así conocería un poco más de Brasil.

"No es una obligación, son donaciones que me satisface hacer personalmente, solo eso" le dijo él, explicándose ante ella que emocionada quería conocer esa faceta del magnate de la industria petrolera, minera y naviera.

Los helicópteros empezaron a descender y ya los esperaban dos jeep y dos camiones de carga, también había dos montacargas y varios hombres, todos afrobrasileños.

Ella no pudo evitar sonreír ante la experiencia que viviría. Sentía el corazón latir muy fuerte y por extraño que pareciera, se sentía temblorosa.

En ese momento Reinhard desvió la mirada hacia ella y también le sonrió; extrañó ver las líneas de expresión que se formaban alrededor de sus hermosos ojos celestes y que los lentes de sol no le dejaron apreciar.

Empezó a desabrocharse el cinturón al mismo tiempo que Reinhard, y se sorprendió un poco cuando la puerta de su lado se abrió de manera inesperada, o tal vez estaba demasiado concentrada mirando al grupo de personas que los esperaban.

—Bem-vinda a miss —le dijo un hombre alto, de piel oscura, con la cabeza completamente rapada, quien había abierto la puerta y le tendía la mano para ayudarla a bajar.

Antes de agarrar la mano del hombre desvió la mirada a Reinhard a su lado y al igual que a ella le habían abierto la puerta y lo estaban saludando por su apellido y con gestos de verdadera felicidad.

—Obrigado —agradeció sonriendo amablemente, con una de las pocas palabras que había aprendido en portugués.

Los condujeron hasta uno de los Jeep, donde a ella la ayudaron a subir y no pudo evitar sentirse impresionada, a eso se le aunaba una excitación inesperada, al ver al importante señor Austin ocupar de un enérgico salto el lado del conductor del Jeep.

Dio varias instrucciones a los hombres en portugués y encendió el vehículo, antes de ponerse en marcha, dos de sus guardaespaldas subieron al asiento trasero del todoterreno negro, que no tenía ningún tipo de cobertura.

Arrancaron, y Meena sentía el viento cálido estrellarse contra su rostro y agitar con fiereza sus cabellos. Era un clima realmente caluroso, pero seco y gracias a la brisa marina no era fatigante: era caliente pero placentero, como todo en ese país.

—Salvador de Bahía es muy conocida por el carnaval. Muchos prefieren dejar Río o São Paulo y venirse a Bahía, es más tradicional con los sonidos del axé, afoxé y la samba —le hizo saber Reinhard como si fuese el mejor guía turístico.

Ella iba emocionada llenándose la vista con el paisaje y a poca distancia observaba las casas de colores vivos con estrechas calles empedradas.

No pudo evitar ponerse de pie y observar en una plaza una gran rueda que habían hecho los capoeiristas, eran los mejores en ese arte y en Bahía aún se podía practicar libremente.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora