ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 11

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Charlotte y William Cooper, el director técnico de la policía científica, se encontraban en un restaurante del distrito de Manhattan, terminando de almorzar, el funcionario había aceptado la invitación de la fiscal; aunque eran muy amigos y no le extrañó la acción de la joven, sí le desconcertaba la actitud entre taciturna y nerviosa, pero también veía decisión y ansiedad en los movimientos y mirada de la chica.

Cataba su vino y con diplomacia miraba el sobre manila que estaba en la mesa, el cual Charlotte mantenía presionado con una mano, asegurándolo, resguardándolo, como si de eso dependiera su vida.

—¿Tú dirás Austin? ¿Qué es ese favor que quieres pedirme? —preguntó colocando con cuidado la copa sobre la mesa y fijando la mirada en la de Charlotte, haciéndole saber que tenía toda su atención.

—Cooper, realmente estoy hecha mierda, estoy muy enredada, no sé ni siquiera por dónde empezar... Pero estoy segura de que quiero empezar, eso lo tengo entre ceja y ceja desde hace algunos años, esto que tengo aquí es un expediente, un caso que quiero reabrir y necesito tu ayuda.

—Bueno, la encargada de eso eres tú, no yo, aquí la fiscal eres tú.

—Sí, sé perfectamente cuáles son mis funciones, solo que esto, no es cualquier caso. —Su tono de voz frugal evidenciaba la seriedad del asunto—. Y necesito que tú me respaldes, quiero que me ayudes a darle veracidad.

—Cuenta con ello, si tienes las pruebas suficientes y la persona interesada en reabrirlo, no perdamos tiempo.

—No, ese es el problema, no tengo a la persona interesada en reabrir el caso, aquí la interesada soy yo.

—Si es algo del Estado a mí no me involucres, déjaselo al FBI, si tiene que ver con algún político, mucho menos. —El hombre trataba de cuidarse la espalda y al mismo tiempo delegando a otra entidad cualquier problema.

—El FBI no tiene nada que ver —enfatizó para que Cooper no dudara en prestarle su ayuda—. No es tan complicado y quiero hacer justicia, esto pasó hace algunos años, pero quedó en el olvido ya qué a los pocos días, el caso fue archivado y se procedió a su sobreseimiento, quiero ordenar la reapertura porque la resolución del juzgado en ese entonces fue precipitada, no se practicaron las mínimas diligencias indispensables para tomar cabal conocimientos de la forma exacta en la que ocurrieron los hechos.

—Entiendo y ¿qué puedo hacer yo? —preguntó removiéndose en el asiento, buscando mayor comodidad y poner toda su atención en su interlocutor.

—Que me ayudes a conseguir pruebas, todas las necesarias, no quiero que vuelva a ocurrir lo mismo, porque lo único que quiero es ver a los culpables tras las rejas, quiero que le den la pena mayor, quiero que se ahoguen en su mierda hasta el día en que mueran y no voy a descansar hasta verlos en las celdas máximas. —Sus palabras apenas evidenciaban la mitad del odio que erosionaba el alma de Charlotte.

—¡Me asustas amiga! —exclamó algo alarmado Cooper—. ¿Sabes que vas a necesitar la orden de un juez para poder recabar pruebas?

—Te las consigo, todas y cuantas necesites.

—¿Esto lo sabe el Fiscal General? —preguntó con cautela.

—No, no lo sabe, es que si le presento el caso como lo tengo, me lo va a mandar a meter en el culo.

—Si crees que el Fiscal General no te lo aceptará es porque no son pruebas suficientes.

—¡Dime algo que ya no sepa Cooper! Por eso he recurrido a ti —exclamó algo exasperado.

—Bien, entonces dame lo que tienes, estudio el caso y en un par de días te doy mi respuesta, a ver por dónde empezamos... ¿Tienes el caso a mano?

—Sí, aquí lo tienes, no es tan descabellado, solo hay que ponerle interés, nadie se interesó, no había quien exigiera justicia, pero ahora no solo quiero que se haga justicia, sino que pesen sobre los culpables todos estos años de impunidad.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora