ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 27

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La pequeña tienda con decoración texana tenía deslumbrada a Engfa, por lo que no solo se compró ropa interior, sino que se encontraba en el probador mirándose frente al espejo con la vestimenta que, según ella, sería perfecta para el viaje y escuchaba atenta la música country de Faith Hill que amenizaba el lugar y que provenía del pequeño radio que tenía la dueña del local en el mostrador.

De alguna manera sé que mi corazón está despertando, como si todas las paredes estuvieran derrumbándose... —En voz muy baja y de manera inconsciente seguía la letra del tema, mientras terminaba de amarrarse la camisa.

Llevaba puesta una minifalda de jeans gastada, deshilachada lo que le daba un toque muy sensual, así como unas botas texanas que le llegaban a las pantorrillas con un taco moderado y espuelas doradas, una blusa a cuadros rojos, negros y blancos, amarrada por debajo del busto, dejando al descubierto su diminuta cintura y su abdomen marcado, para completar el atuendo, un sombrero vaquero, que le daba un poco de rudeza a su peinado de trenzas.

Satisfecha se dio media vuelta y abrió la puerta del vestidor, buscó a Charlotte con la mirada y al parecer se preparaba para dejar la ropa botada y no lavar porque tenía varios jeans colgando de uno de sus antebrazos, con cara de culo observaba las prendas y ella no pudo evitar sonreír, porque seguramente nunca había sido la encargada de elegir la ropa, a las tiendas que iba, si era que iba a alguna, la atenderían.

Adoraba cuando fijaba su mirada en las piezas y el músculo en su mandíbula latía, así como se notaba en la sien, el ceño fruncido, los labios formando una línea recta. No había nada más sexi que su fiscal egocéntrica concentrada.

—¡¿Qué tal?! —preguntó llevándose las manos a la cintura y parándose como si fuesen a fotografiarla.

Charlotte en cuanto la vio perdió sentido y jamás podría decir qué movimiento hizo que tumbó el aparador de las camisas.

—¡Carajo! —exclamó ante el estruendo que la sacó del embobamiento en el que lo sumió Engfa con solo mirarla, decir que se veía perfecta era quedarse corta, que despertó sus más bajas pasiones también, descontrolar cada uno de sus nervios y latidos con solo un vistazo, era algo de cierta manera irracional, y ella lo había logrado, se agachó para tratar de levantar el aparador, mientras sentía las miradas sobre ella, bueno, al menos la de la dueña que estaba tras la caja registradora.

Sin embargo, toda su atención era robada por un par de devastadoras piernas que se acercaban y lo único que podía escuchar eran las espuelas que resonaban en su cabeza a cada paso que daba, el corazón lo tenía en la garganta y aunque tragase en seco no podía bajarlo.

La había visto desnuda, había cogido con ella en todas las posiciones que hasta el momento había permitido, no había nada en ese cuerpo que no conociera, podía señalar cada uno de sus lunares con los ojos vendados e increíblemente un poco de ropa la reinventaba para ella, la descontrolaba y la volvía estúpida, ahora sí se había jodido, ninguna mujer la había puesto a temblar de la manera en que ella lo hacía.

—Charlotte... —El nombre de la chica se le escapaba entre risas, lo primero que hizo al ver el desastre fue llevarse las manos a la cabeza, para después acortar la distancia corriendo y al estar al lado de Charlotte no podía con el ataque de risa, tanto que se dejó caer sentada en el suelo y se llevaba las manos al estómago.

Charlotte no podía defenderse estaba descolocada, fuera de lo que era, y sí, en otra situación se hubiese molestado y soltado sapos y culebras, ahora solo se contagió, aunque su risa era contenida y aún no lograba levantar el maldito aparador.

—Engfa, ¡Ya!... Nos van a botar del lugar... La vieja tiene cara de pocos amigos —murmuró entre risas.

—Está bien, me calmo... —Intentaba, pero las carcajadas la interrumpían por lo que respiraba profundo—. Me calmo, me duele el abdomen... ¿Te ha gustado?

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora