ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 28

256 13 0
                                    

Engfa sentía los párpados demasiado pesados, por lo que decidió dejar los ojos cerrados y estirar su cuerpo como si fuese una gata, giró en la cama un par de veces sin ser consciente de dónde se encontraba, la pereza abandonaba poco a poco su cuerpo y el sueño se esfumaba completamente, abrió los ojos y vio el cuarto iluminado por la luz de la mañana que entraba a través de las cortinas blancas, las cuales se agitaban dócilmente, gracias a que la ventana se encontraba abierta.

—¡Estoy viva! Gracias Dios por no enviar ningún tornado —se dijo al recordar el día anterior, sin saber en qué momento se quedó dormida ni cuántas horas durmió, de lo que sí estaba segura, era de que sentía el cuerpo liviano y completamente relajado, todo el cansancio acumulado por el viaje de los últimos días le había pasado factura, y esas horas de descanso, habían sido un gran respiro para poder seguir con su camino.

Se incorporó y sus pies tocaron el suelo, no pudo evitar reír al recordar que la cama se había roto, observó uno de los listones de madera por fuera del colchón y su rostro se sonrojó presagiando la vergüenza que sentiría al momento de informar en recepción sobre el incidente.

De seguro Charlotte se encontraría en el baño, pero no escuchaba el agua, se puso de pie y se encaminaba al baño, para llamar a la puerta cuando a través de las cortinas la divisó en el jardín del motel practicando capoeira, definitivamente ese deporte le apasionaba y a ella la excitaba, verla contorsionarse y hacer acrobacias activaba en ella los sensores del deseo y el animal de la lujuria empezaba a rugir en su interior, al ver el sol acariciarla con sus rayos alegres, sacándole destellos a la piel bronceada, sobre todo sus hombros, se encontraban sonrojados por el sol de los ultimo días, ese color incitaba a morderlos, saborearlos y acariciarlos.

Su lengua se le pegó al paladar ante esas ganas de probarlo que la asaltaron, queriendo brincar por la ventana y correr hasta ella, derribarla y tener relaciones sexuales aún en contra de su voluntad, en medio de ese jardín.

Pero al parecer no era la única, cuando en un atisbo de cordura, desvió la mirada de su objeto de deseo y se percató de que en la habitación del fondo había tres chicas disfrutando de la función de Capoeira de su mujer, las sonrisas y el cuchicheo que mantenían entre ellas, evidenciaban que la deseaban, que las tenía tan excitadas como a ella.

—Malditas fisgonas —murmuró sintiendo que la sangre le entraba en ebullición, si tuviera el poder de chasquear los dedos y volverlas polvo, no dudaría un segundo en hacerlo—. Ya verán... Lamentablemente esa brasileña es mía. —Apoyó las manos al borde de la ventana para hacerse notar—. ¡Buenos días! —saludó y Charlotte dio una voltereta para caer de pie en un movimiento limpio.

Engfa le regaló su mejor sonrisa y ella también, al tiempo que trotaba hacia la ventana, apenas acortó la distancia, llevó ambas manos al rostro sudoroso y sonrojado de la chica, sin dejarla respirar la besó, lo hizo con una intensidad desconocida, con cierta rabia en contra de las mujeres que espiaban y con una vehemencia que las miradas de las espectadoras habían despertado en ella.

—Me vas a matar... —dijo con el pecho agitado, debido el esfuerzo realizado en la capoeira se encontraba sin aliento y Engfa no le dio tiempo para recuperarlo.

—Ven aquí... —La jaló por los hombros instándolo a que entrara por la ventana.

Charlotte la miró entre divertida y sorprendida por la actitud que demostraba; sin embargo, no pudo negarse al pedido y apoyó sus manos en el borde de la ventana para entrar de un brinco.

Engfa al tenerla más cerca se puso de puntillas y volvió a besarla con arrebato, con la necesidad de confirmar de que Charlotte era de ella y aunque otras la miraran no tendrían el premio, no podrían confirmar que coger con ella era tan fantástico como su apariencia lo gritaba.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora