ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 15

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Los viernes por la noche se habían convertido en los días más esperados por Engfa, era su tiempo para compartir con Charlotte, no solo momentos sexuales también disfrutaba de la amistad que habían forjado, nunca antes había tenido tanta compenetración con alguien. Hasta discutir con ella era sublime.

Habían programado pasar un fin de semana en el apartamento de Charlotte y otro en el de ella, esa noche le tocaba a Engfa darle la bienvenida por lo que se encontraba ansiosa esperándola.

Los minutos en el reloj no avanzaban, le había dicho que llegaría a las nueve de la noche y las agujas parecían haberse detenido en las ocho menos cinco. Era tal la agonía, que revisó la batería del reloj en su mesa de noche, pero funcionaba a la perfección, al igual que el digital en su teléfono móvil. El tiempo parecía estar en contra de su inusitada ansiedad.

Duró en el baño por lo menos dos horas, se hidrató la piel, perfumó y colocó un baby doll blanco. Además, se había hecho ondas suaves en su cabello para no presentarse con el mismo estilo de siempre.

Deseaba verse distinta y no esperarla con vestimenta casual. Debía admitir que se sentía bastante sensual, a pesar de no llevar maquillaje, era de esa manera en que Charlotte la hacía sentir cada vez que la miraba con ese deseo que ardía en su mirada.

Faltaba mucho tiempo y sino buscaba algo que hacer para distraerse, terminaría por salir a buscarla. Caminó en su habitación de un lado a otro, admiró por la ventana la calle a ver si vislumbraba alguno de los autos de Charlotte, pero ella no aparecía y el tiempo no transcurría. Se dejó caer al borde de la cama y liberó un resoplido de algo muy parecido a la frustración.

—¿Qué tienes Charlotte Austin? ¿Qué tienes que me haces desearte de esta manera? Me desconozco totalmente —esbozó y se llevó las manos a los cabellos, intercalando sus dedos. Llevada por la ansiedad que galopaba desbocada por su ser—. Esto no es sano, no puede una mujer sentir tanta necesidad por alguien, ningún ser humano debería sentir que cada minuto de su tiempo le pertenece a otro.

Se puso nuevamente de pie y le dio otra vuelta a la habitación. En su repetición de acciones casi desesperadas, divisó sobre su escritorio uno de los blocks de dibujo y sabía que la única forma de sacarse a Charlotte de la cabeza y de sus ganas, era concentrarse en lo que le apasionaba con la misma fuerza con que lo hacía la carioca.

Agarró el block, el lápiz y con decisión se encaminó al lecho, se metió en la cama. Acomodó varias almohadas en su espalda y se dispuso a dibujar, a crear algún diseño que se le viniese a la mente y que le quitara el peso a las imágenes de Charlotte revoloteando en su cabeza.

Intentó dejar fluir sus ideas, pero no lograba concentrarse en otra cosa que no fuese Charlotte. Ansiaba tenerla cuanto antes allí, susurrándole todas las emociones que ella le hacía sentir. Deseaba que le arrancara el bendito Baby doll, que ya empezaba a sofocarla; estaba segura de que cuando llegara, se le haría imposible ocultar la excitación que la invadía. Sus pezones dolían y se asomaban ansiosos con el color más intenso, dejándose ver a través de la transparencia.

Debía preguntarle a Meena, porqué cada vez que se topaba con alguna mujer que había formado parte del pasado de Charlotte, o con alguna que la mirara con deseo, se despertaban en ella unas ganas incontrolables por tener sexo con ella.

Que otras mujeres desearan a Charlotte la excitaba muchísimo. Apenas pudo controlarse el día anterior, durante el almuerzo que compartieron con Diogo y Gina.

Y para su mala suerte, Charlotte lucía gallarda con su uniforme de fiscal. El traje negro de corte italiano aumentaba su temperatura corporal. Nunca se había imaginado cogiendo con ninguna otra persona mientras almorzaba, en cambio con Charlotte, se imaginó escabulléndose al baño.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora