Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!P

ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 5

El oxígeno en los pulmones de Charlotte era casi nulo. La sangre en sus venas circulaba con una rapidez de la cual no podía ser consciente, aunque sus pupilas se encontraban considerablemente dilatadas no opacaban la mirada fuego que amenazaba con incinerar los papeles del informe en sus manos. En ese instante trataba de controlar los temblores de su cuerpo y la palidez que se apoderaba de su rostro para no evidenciar su furia.

—¿Esto es todo? —preguntó, invadida por la incredulidad y totalmente enfurecida.

—Sí fiscal, esas son todas las evidencias que pudimos recuperar del cuerpo, incluyendo el informe forense con la causa real de la muerte.

El hombre de ojos celestes y cabello entrecano, se encontraba algo aturdido ante la actitud perceptiblemente molesta de la fiscal Austin, con quien había trabajado en varias oportunidades.

—Pues esto no es todo, aún falta. Tal vez no es el grado de tortura al cual fue sometida la víctima, pero eso no podemos determinarlo a fondo, eso es solo lo que la ciencia nos permite recuperar. —Le contestó, consciente de que había hecho todas las experticias posibles sobre el cuerpo, durante ocho días y más de nueve horas diarias, junto a su equipo de trabajo.

Desvió la mirada hacia el funcionario Cooper, quien acompañaba al fiscal, pidiéndole que interviniera y le hiciera entender que había hecho todo lo posible.

—¡Claro que no es el grado de tortura al que fue sometida! —estalló poniéndose de pie, lanzando el caótico informe sobre el escritorio.

Caminó a la ventana y el influjo de su respiración le iba a reventar el pecho, las lágrimas de dolor e impotencia le quemaban los ojos, pero no podía dejarse vencer por su fragilidad.

Charlotte sintió una mano posarse en su espalda, frotándola con energía. Ella cerró los ojos tratando de contener la furia que la recorría.

—Austin, con esto es suficiente, es lo que tenemos y podemos trabajar. La señora Wagner viene mañana en calidad de testigo protegida. La hospedaremos en un hotel y la vamos a mantener custodiada, ella también cuenta, no solamente el informe, tienes más cartas bajo la manga.

La voz conciliadora de Cooper intentaba llenarla de ánimo, pero también intentaba que comprendiera que no todo estaba perdido.

—Ese informe no refleja el grado total del delito. ¡Maldita impotencia! —gruñó, apretando los puños, conteniendo las ganas enardecidas que tenía de estrellarlos contra el cristal de la ventana.

—¡Hombre! Sé que quieres buscar más venganza que hacer cumplir la ley. Sino has olvidado, no lo vas a hacer porque estén encerrados. Los vamos a encerrar, pasaran los años que el juez dicte y cuando estén por salir, pueden meterse en una riña. En prisión todo es posible Austin, yo no quiero a esos hijos de puta fuera, no voy a permitir que sigan haciendo de las suyas. Quiero que te concentres en tu trabajo, deja de ser tan pasional y saca más bien tu profesionalismo, porque así estás metiendo la pata a fondo —aconsejó, regalándole un apretón en el hombro.

Charlotte soltó un pesado suspiro, liberando el aire por la boca. Necesitaba calmarse. Estaba segura de que Cooper tenía razón y empezaría a prepararse para los fallos, soportar estoicamente las malas noticias y reinventar soluciones.

—Tienes razón Cooper, la estoy cagando. Sé que la estoy cagando... Pero a veces me cuesta tanto controlarme, no quiero que me vean la cara de imbécil, que después de tanto esfuerzo no logre hacer nada.

Nada le asustaba más que no lograr hacer justicia. Su madre la merecía y ella debía encontrarla. Debía encerrar a los malnacidos que se la arrancaron.

—Siempre hay algo por hacer, mientras estemos vivos se puede hacer. Ahora mismo vamos a detenerlos, si quieres ir con nosotros debo exigirte que te autocontroles —le advirtió el funcionario policial.