ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 4

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Aun cuando fuese un día de semana y en horario laboral, el Time Warner Center se encontraba repleto de personas que en su mayoría se paseaban admirando las tiendas en busca de un poco de distracción. En ese lugar, Megan caminaba del brazo de su madre compartiendo la maravillosa experiencia de ir de tiendas.

Se detuvieron frente a la vitrina exhibidora de la tienda J. Crew, considerando la posibilidad de entrar, y tal vez comprar algunas prendas. A Morgana le gustaba que Megan vistiera la ropa de esa marca para ir a la universidad.

—No mamá, tengo demasiada. Quiero algo más sugestivo, con colores más llamativos y algo menos preppy —farfulló al ver que toda su ropa universitaria se parecía, y que todas eran de la misma línea de colores: beige, blanco, salmón.

Le regaló una sonrisa soñadora a su madre y le batía las cejas con rapidez, para que accediera a comprar otro tipo de ropa. Morgana no podía negarle nada a su hija e inmediatamente cedió a no comprarle, por el momento, más prendas de esa marca.

Megan soltó un grito de júbilo. Adoraba salir en compañía de su progenitora porque ella cumplía cualquiera de sus caprichos, le compraba cualquier cosa que le pidiese porque le gustaba saturar las tarjetas de crédito. Esa era la manera que tenía de compensar la poca atención que le prestaba.

En ese momento dos hombres vestidos de ejecutivos, que seguramente almorzarían en alguno de los restaurantes del centro comercial, se quedaron mirándolas sin ocultar por un segundo la atracción que provocaron en ellos.

Morgana se sonrojó íntegramente, aún conservaba ese espíritu adolescente que le encantaba gustar a los hombres. Evidentemente, ellos como muchas personas, no las relacionaban como madre e hija. Tal vez como amigas, ni siquiera como hermanas porque el parecido físico entre ellas era casi inexistente.

—Mamá te han mirado, le has gustado a esos hombres —le dijo en voz baja cargada de complicidad, apenas podía cerrar la boca ante el asombro.

—Megan, no digas esas cosas —pidió Morgana y sus mejillas arreboladas mostraban la satisfacción que se empeñaba en ocultar—. Te miraban a ti.

—¡Ay! Mamá por favor, te miraron las tetas —aseguró tratando de contener la carcajada en su garganta para no estallar en risotadas en medio del Time Warner Center.

—Megan deja las palabrotas, eres una señorita —la reprendió, ajustándose los botones de la blusa de seda negra que llevaba puesta.

—Está bien, pero te miraron a ti, no a mí.

—Mejor vamos a tomarnos algo, para descansar unos minutos porque me duelen los pies —pidió para salir del embarazoso momento.

Ella era consciente de que le gustaba agradarles a los hombres, por algo se desvivía por su apariencia y le huía a los años, pero no coquetearía delante de su hija.

Necesitaba hacer una parada rápida. No pretendían almorzar en el lugar solo descansar y refrescarse un poco; se ubicaron en una mesa en el Thomas Keller's Bouchon Bakery.

Un chico trigueño de ojos aceitunados y una bonita nariz, se acercó para hacerles el pedido, inevitablemente su mirada se posó en Megan.

—Buenos días —saludó entregándole la pequeña carta rectangular forrada de cuero azul.

Morgana sin abrir la carta dirigió la mirada al joven que inadvertidamente miraba a su hija.

—Para mí, únicamente un jugo de fresa —pidió viendo la atención del joven atontado por su hija—, sin azúcar por favor —recalcó con amabilidad y desvió la mirada hacia Megan que se encontraba observando su reloj de pulsera.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora