ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 38

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Silvana Rossellini, la profesora de italiano de Engfa miraba a una Charlotte Austin desconcertada y molesta, con aquel gesto característico de fruncir el ceño y sostener la mirada fija en la de ella, apretando el bolígrafo cómo si quisiera hacerlo polvo. Claramente, no le agradaba la noticia que acababa de darle.

—No supe que decirle, señorita Austin. —La voz de la mujer manifestaba que comprendía el semblante de la chica y se apresuró a hacerle saber que la situación se encontraba fuera de sus manos, la decisión final siempre la tenía el cliente y ella no podía contradecirla.

Engfa Waraha le había informado que suspendería por tiempo indefinido las clases de italiano, aun cuando le aconsejó que no lo hiciera porque era una alumna excelente, se encontraba muy contenta ya que la chica aprendía rápido, sobre todo porque tenía interés, era una lástima que abandonará las clases, además ya había previsto la reacción de la fiscal.

—Doctora Rossellini, podría ir normalmente a dar las clases, yo correré con todos los gastos. —La voz de Charlotte, entre adusta y suplicante, captó de inmediato su interés, definitivamente algo había pasado entre aquellas dos.

—La señorita Waraha me canceló el diez por ciento, sin embargo, creía que la cantidad abarcaba la mitad, no quise aclararle la situación porque no sabía qué términos habían acordado ustedes.

—Sí, le hice creer que estaba pagando la mitad, es un poco orgullosa. —Charlotte entornó los ojos para que la mujer comprendiera.

—Es un ejemplo de mujer, pero sí, tiene razón, es muy orgullosa porque está acostumbrada a ser independiente —le dijo con tranquilidad observando el semblante de Charlotte, no había nada mejor que ver a alguien preocupada en todos los aspectos por la mujer que amaba,

—Cree que puede con todo, así que doctora Rossellini, necesito que me ayude con Engfa. Dígale que usted le dará clases y que no tiene ningún inconveniente en que le cancele más adelante, háblele de los beneficios que proporcionan el dominar otro idioma, trate de convencerla por favor, pero no mencione esta conversación.

—Trataré de convencerla, ahora le pido permiso señorita Austin, tengo una clase en una hora en el instituto.

—Se lo agradezco —dijo poniéndose de pie detrás del escritorio, lo bordeo y la acompaño hasta la puerta—. La transacción a su cuenta fue realizada hace unos minutos, cualquier decisión que tome Engfa me lo hace saber por favor, pero quiero que aprenda italiano.

—Haré el intento, gracias señorita Austin, que tenga buena tarde.

—Igualmente doctora Rossellini. —La mujer asintió en silencio y se encaminó por el pasillo despidiéndose amablemente de la secretaria de Charlotte.

Charlotte esa tarde había retornado a sus labores, y se vio tentada a buscar a Engfa, ir a la boutique y hablar con ella, pero no encontraba el valor para enfrentarla y no era cobardía, era simple precaución, porque no quería seguir abriendo la brecha entre ellas, necesitaba un poco más de tiempo, para actuar con madurez, porque sabía que, aunque ella no lo nombrase, Engfa sacaría al ruedo a Henry Brockman.

Maldito Henry Brockman, se había controlado demasiado para no matarlo, prefería huir cada vez que lo tenía enfrente antes de llenarse de recuerdos y terminar por romperle el alma cómo tanto anhelaba. De nuevo, tomó asiento detrás del escritorio y regresó a su trabajo cuando el iPhone vibró sobre el cristal, era un número desconocido, sin embargo, atendió la llamada.

—Buenas tardes.

—Austin, tengo a uno de ellos. —El hombre al otro lado del teléfono no necesitó presentarse para que ella supiese de quien se trataba.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora