ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 14

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Las pecas que salpicaban la nariz de Meena se movían graciosamente por las muecas divertidas que hacía, mientras observaba el dije en forma de águila en la pulsera de Engfa que aún no se había quitado.

Tenía más de ocho días de haber regresado del viaje y todavía la usaba a diario, por lo que intuyó que aquella bisutería, a pesar de su apariencia informal, debía ser algo significativo. No contrastaba para nada con los gustos selectos de su amiga.

Engfa, que estaba realizando una transferencia a una de las cuentas bancarias de Charlotte, por el monto correspondiente a la tercera cuota del préstamo, era consciente de la mirada divertida de su amiga, a la cual observaba de soslayo de vez en cuando. Intencionalmente seguía con su trabajo y la dejaba que se devanara los sesos pensando, porque no le iba a dar ninguna explicación de su pulsera. Estaba segura de que, si lo hacía, Meena comenzaría a ejercer su rol de casamentera.

La pelirroja decidió no acorralarla con preguntas sobre la prenda que colgaba de la muñeca izquierda de Engfa. Prefería obligarla a que le contara cómo le había ido en la reunión con los de Planet Global, porque no se había comido el cuento de que todo había sido un mal entendido. Conocía muy bien a Engfa, el semblante inusualmente taciturno que mostró al regresar del tan esperado encuentro, no le había agradado. No le parecía que lo que le había contado, pudiese ser el resultado, había algo más y lo sabía.

—¿Ahora sí me vas a contar con detalles cómo te fue ayer con los de Planet Global? —preguntó, cruzándose de piernas y adhiriéndose por completo al espaldar del sillón.

—Ya te dije Meena, todo fue un mal entendido. Lo que me proponían era algo absurdo... No era como me lo habían planteado. —dijo sin desviar la mirada de la pantalla, evadiendo el interrogatorio de Meena. Sin embargo, no pudo esconder lo trastocada que todavía se encontraba y se obligó a tragarse sus miedos.

—¿Y cuál fue ese mal entendido? Ay Engfa, por favor ¿qué fue lo que verdaderamente pasó? Desde ayer estás muy rara, sabes que te conozco muy bien —dijo abandonando su posición elegante, al acercarse a su amiga para tomarle la mano, la misma donde le colgaba el dije del águila, entonces el temblor en la barbilla de Engfa le confirmó que estaba en lo cierto y que había algo más.

—No hay nada más, Meena ¿por qué no me ayudas a organizar las facturas que tengo que enviar al contador? —pidió, tratando de evitar la conversación.

—No lo voy a hacer, no hasta que me digas lo que verdaderamente pasó —habló con seguridad. De ahí nadie la movería—. La verdad es que no confío en Brockman, siempre te lo he dicho —murmuró presintiendo que había sido un engaño del hombre. Tal vez buscaba la manera de colocarle el collar nuevamente para poder disponer de ella cuando se le diera la real gana.

—¡Siempre has tenido razón! ¿Contenta? —esbozó, tratando de contener inútilmente el temblor de su barbilla y tuvo que mover rápidamente una mano para atrapar con sus dedos las lágrimas y no dejarlas escapar por sus mejillas.

—¡Ay Eng! No me preocupes, tú no lloras por cualquier cosa —musitó con la voz rasgada por la preocupación e hizo más fuerte el agarre en la mano de su amiga.

—Y no voy a llorar, no puedo hacerlo —murmuró y seguía con sus dedos irrumpiendo el camino de las lágrimas, tragándose otras tantas.

—¿Qué te hizo el desgraciado? O me lo dices en este instante, o me subo al primer taxi que pase por el frente y voy a patearle el culo a Henry Brockman. Y sabes que lo voy a hacer —aseveró, el tono de voz de Meena le dejaba claro que estaba decidida a cumplir con su palabra.

—No puedo decírtelo, no aquí —susurró luchando contra las ganas de no mirar en la planta baja su mayor sueño materializado—. Por favor —suplicó y eso era casi un imposible para Engfa.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora