ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 37

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Pasaron la noche en una hermosa tienda pintoresca y al día siguiente muy temprano salieron en compañía de un indio que les sirvió de guía para llevarlas a las cascadas de Havasu, que, según los habitantes, era un espectáculo, no por la cantidad de agua o por su magnitud, sino por el paisaje mágico que les regalaba, con sus tierras rojizas y sus aguas azules verdosas que escapaban de la imaginación humana.

—El nombre del pueblo se debe a estas cascadas, Havasupai, significa "El pueblo del agua azul verdosa" la característica de tonalidades es debido a la alta concentración de carbonato de calcio —hablaba el hombre que los guiaba.

—¿Y podremos bañarnos? —preguntó Engfa que iba agarrada de la mano de Charlotte y trataban de mantenerle el paso al habitante—. Es que me he traído el traje de baño.

—Claro que puede bañarse señora, las piscinas naturales son muy bonitas y los minerales ayudan a la piel.

Ya le habían dicho al hombre que no eran esposas, pero no había manera de que desistiera y todo se debía a las pulseras con los dos dijes del halcón y el águila.

—Las tres caídas de agua principales y las más atrayentes son, cascada Havasu, cascada Mooney y cascada Navajo, vamos primero a la Havasu, para que se refresque un poco señora.

Caminaron cerca de dos kilómetros, algo que Engfa agradeció porque últimamente había comido cualquier cosa y no se había ejercitado lo suficiente.

Como antesala a la llegada de su primera parada escucharon el agua caer y eso provocó que el corazón de ella brincará ante la expectativa, y cuando por fin su mirada captó el lugar, la boca se le abrió involuntariamente y el asombro se le convirtió en una sonrisa, ante la emoción, solo se colgó del cuello de Charlotte y le dejó caer una lluvia de besos.

—Esto es maravilloso, es increíble. —Dejó de abrazarla y empezó a quitarse el short y las botas.

Todo lo hacía rápido hasta quedar con un traje de baño con flores moradas y fondo negro, la parte superior era en forma de triángulo con bolados que les daban más volumen a sus pechos.

Charlotte la admiraba divertida, Engfa se mostraba como la chica que era, deslumbrada ante las bellezas que la naturaleza ofrecía, sin poder controlar su euforia, la vio darse un chapuzón y salir después como una sirena que la encantaba con su belleza y sensualidad.

—¿Char qué estás esperando? —preguntó estirando los brazos hacia adelante y haciendo un claro gesto para que ella entrara, mostrándose realmente entusiasmada.

—¿Es necesario? —inquirió divertida.

—Es obligatorio, si no entras, saldré a buscarte —advirtió, de manera juguetona.

—Está bien, ya voy —dijo quitándose la camiseta, las botas y los jeans, quedándose con un sunga en color negro y turquesa.

Al minuto ambas se encontraban abrazadas y sumergiéndose en las aguas azules verdosas, sin perder la oportunidad de demostrar en medio de besos lo felices que se encontraban de estar en el lugar.

Engfa cerraba con sus brazos el cuello de Charlotte, mientras ella cerraba con sus manos las caderas, manteniéndola a flote, besándole la clavícula izquierda y sorbiendo las gotas de agua que le vibraban en la piel.

—Sería maravilloso coger en este lugar —murmuró la chica en el oído de la brasileña.

—Insaciable... Aquí no podemos, no quieres brindarle una sesión porno al pobre hombre.

—Últimamente me he dado cuenta de que puedes hacer cualquier cosa posible y sé que puedes cogerme sin que el señor se dé cuenta.

—Será rápido... Maldita sea, no sé por qué no puedo negarte nada—masculló pegándola a su cuerpo.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora