ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 25

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Se encontraba sola en la inmensa habitación y se llenaba de la sensación de infinidad que los cristales que fungían de pared le daban. Salió de la cama y se encaminó hasta donde se encontraba la cartera. Buscó su teléfono celular y apenas tenía batería para una llamada. Revisó y tenía siete llamadas perdidas de Engfa.

No pudo evitar que la angustia la asaltara, aunado a la culpabilidad.

—Mi amiga, en su peor momento y yo pasándola bomba, cogiendo toda la noche... Definitivamente soy la peor amiga ¡soy una maldita! —Se recriminó en voz baja y caminaba de regreso a la cama en la cual se sentó al borde, con la mirada a la Gran Manzana.

Remarcó a Engfa y pedía al cielo que la batería le alcanzara para comunicarse y saber cómo se encontraba. Después de dos intentos le escuchaba la voz y sabía que la había despertado.

—Loca ¿cómo estás? —preguntó y en su voz vibraba la culpa.

—Bien, estaba dormida... —reveló al otro lado Engfa, tratando de quitarse la pierna de Charlotte de encima.

—Siento haberte despertado, seguro no habías dormido en toda la noche, ¿estás con Sun? —preguntó y observaba sus rodillas enrojecidas, sabía que se debía a una de las tantas posiciones que había adoptado durante la madrugada.

—No, ya estoy en mi departamento... No te preocupes yo dormí toda la noche. Sun me preparó un té y dormí, te estuve llamando ¿dónde estás metida? ¿Estás bien? —indagó y en el preciso momento volvía a llenarse de preocupación por Meena.

—Sí, estoy bien —Se limitó solo a decir eso. No iba a confesarle que había pasado la noche con Reinhard, mientras que ella seguramente había estado llorando por la suciedad que el hijo de puta de Brockman le había hecho—. Charlotte fue a buscarte, ¿cómo se portó?

—Como no me lo esperaba, pero después te cuento sobre eso —dijo repasando con uno de sus dedos índices los labios de Charlotte y posándolo en el centro de los labios para que guardara silencio. Ella acababa de despertar y Engfa se perdía gustosa en la mirada casi transparente. El color de sus ojos esa mañana era miel con vetas amarillas como las de un felino.

En ese momento Meena sintió el peso de Reinhard en la cama y cerró los ojos suplicando al cielo que no se le diese por hablar; no obstante, no pudo contener el suspiro que revoloteó en su pecho y terminó escapándose cuando él empezó a besarle los hombros y una de las manos se deslizaba por su abdomen hacia el sur de su cuerpo.

«¡Dios! ¿Con qué se alimenta este hombre?», se preguntó en pensamientos y no podía mantener las piernas cerradas, cuando Reinhard se destacaba con los dedos.

—Te tengo que dejar, no tengo batería, pero en un rato te llamo de nuevo, ¿Eng segura que estás bien? —Meena sabía que sería imposible seguir conversando cuando la excitación iba en aumento.

Engfa, sin soltar el teléfono se sentaba a horcajadas encima de Charlotte. Apoyó las manos en el abdomen de ella y el aparato lo aseguró entre el hombro y la cabeza al ladearla. Empezó una sensual danza con su pelvis de atrás hacia adelante, dándole los buenos días al dormilón que se acoplaba entre sus pliegues, pero que empezaba a calentarse con la fricción que ella le brindaba.

Nada más excitante que la gran sonrisa de Charlotte ante la osadía de ella y empezaba a acariciarle los muslos, tomando participación en la aventura.

—No te preocupes Meena, te aseguro que estoy bien, esperaré tu llamada —le informó y elevó la cabeza cerrando los ojos para sentir plenamente los latidos de esa erección que estaba provocando.

—Te quiero —chilló Meena al otro lado, y se mordía el labio inferior para contener el jadeo que Reinhard le arrancaba, al deslizar sus dedos entre sus pliegues que empezaban a humedecerse.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora