ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 32

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"El cielo o el infierno, al que se va. Es justo aquí, en el lapso de años que pasamos en este cuerpo, en esta tierra"

Powell.

Tenía la visión nublada y no sabía a ciencia cierta, si era por las lágrimas que no derramaría o porque llevaba mucho tiempo con la mirada fija en el resultado que le estrellaba en la cara lo que era y de lo que nunca había podido escapar. Era algo que no podía cambiar por más que lo deseara.

El corazón le brincaba en la garganta y las manos le temblaban. Debía admitir que a tal punto sentía tanto miedo como odio y eso no era bueno. No porque el miedo la fuese a instar a dejar de lado en lo que se había convertido su misión en la vida, sino porque esa agonía en su pecho la obligaba a ponerse a la defensiva y las veces que había tratado de defenderse. Terminó arrepintiéndose de los resultados.

Pero estaba segura de que esta vez no iba a arrepentirse, la situación era completamente distinta. No daría un solo paso atrás y mucho menos se quedaría estancada.

Debía avanzar y enfrentar a la muerte sin miedo, mirarla a los ojos y burlarse, eso debía hacer, mandarla a la mierda si era preciso.

Dejó sobre la mesa la carpeta y se llevó las manos a las rodillas para ocultarle a Cooper su vergonzoso estado, inhaló todo el aire posible, tratando de hacerlo de manera imperceptible y lo soltó de la misma manera.

—Dos días, de diez horas de interrogatorio y no tenemos nada. El hombre está mudo y el abogado ha solicitado libertad bajo fianza. Sabes Austin que si la jueza lo concede ya no podré retenerlo más. —William Cooper pensó muy bien sus palabras antes de esbozarlas, sabía que no eran las noticias más alentadoras que Austin esperaba.

Esas palabras fueron un detonante para que la paciencia de Charlotte estallara. No iba a permitir que ahora que lo tenía le concedieran la libertad burlándose de los testimonios que había en su contra. Y aunque era algo que se esperaba, no le daría tregua. Se aclaró la garganta tratando de sortear las emociones que la embargaban y que no les dejaría que le ganaran, sí era el momento. Lo era y ella estaba dispuesto.

—¿No va a hablar? Eso lo veremos. —La voz se le escuchó ronca ante la advertencia—. Cooper lo necesito en la sala de interrogatorios cuanto antes —pidió con la rabia burbujeando en ella. No iba a dejarlo que se fuera como si nada.

—Austin, no está pautado un interrogatorio. Primero debemos contactar con el abogado, porque Brockman exigió su presencia si se requería ser interrogado. —Intentó ser un poco más racional que Charlotte y seguir los estándares legales.

—Lo quiero en sala de interrogatorios, si quieres llamas al puto abogado para que se presente después; pero primero voy a hablar con Brockman. —Sabía que con el abogado presente no podría hacer las cosas como quería con Brockman.

—Tal vez no ha hablado porque nos hemos limitado a hacerlo como has pedido Austin. Deja que yo me encargue de eso, y le presento todas las cartas —dijo Cooper demostrando que, si interrogaba con todas las pruebas, lograría lo que Austin esperaba.

—Lo haré yo Cooper —especificó poniéndose de pie agarrando el portafolio—. Voy a preparar algunas pruebas en la sala de expiación. —Salió del lugar con la disposición de aclarar las cosas de una vez por todas. De enfrentar ese pasado que clamaba por justicia.

—Mierda —murmuró Cooper una vez solo. Temía que Austin con su impulsividad terminara arruinando lo que hasta el momento habían conseguido.

Con el apoyo de sus talones rodó la silla y se puso de pie. Al salir de la oficina, les ordenó a dos oficiales que llevaran a Henry Brockman a la sala de interrogatorios. La suela de sus zapatos hacía eco en el piso de concreto pulido que la llevaba a la sala de expiación. Pasó la credencial para que el precinto de seguridad de la puerta cediera.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora