Restaurante Williams

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Capítulo 37

Rebecca

Acomodé la corbata de Enzzo en su cuello sobre esa camisa blanca de su traje negro. Estaba guapísimo, su cuerpo envuelto en ese traje lo hacía parecer imponente junto con su gran altura, y esos ojos azules, esos que tanto amaba me miraban profundamente mientras terminaba de hacer el nudo.

Podía notarlo en lo tenso de sus hombros. Enzzo estaba preocupado con la situación de Verónica, la cual los policías estaban buscando por intento de homicidio, y además, por las amenazas en mi contra, pero, lo peor de todo era que esa mujer no había aparecido por ningún lado. De hecho las autoridades dijeron que en su departamento no estaba y que los muebles eran cubiertos por sábanas blancas como si se fuera a mudar. No era tonta, desapareció desde que supo que Sofía estaba viva y evidentemente hablaría con nosotros cuando ella rechazó su propuesta.

Así que sí, esa loca seguía suelta en la calle y no podía evitar sentir miedo, no por mí, por el bebé que estaba dentro de mí a una semana de nacer.

—Tranquila— su suave voz llegó a mis oídos.—Todo estará bien.

Alcé la vista y miré esos ojos azules con una promesa en ellos. Enzzo no dejaría que me pasara nada malo y yo confiaba en él.

—¿Todo saldrá bien esta noche?— pregunté, dejado en su lugar la corbata sobre su camisa.

Se acercó eliminando la distancia entre los dos, sus brazos me rodearon y pegó mi cabeza a su pecho para transmitirme seguridad con su solo tacto y calor.

—Estará bien— dio un beso a mi cabello.

Hoy era la inauguración del restaurante Williams donde él y mi familia habían trabajado todo este tiempo. Todo estaba perfectamente para esta noche que no me agradaba para nada, y más cuándo recordé la inauguración del Hotel Taylor hace dos años donde nuestras vidas cambiaron en un pestañeo. Inevitablemente pensaba en eso, en que podría repetirse o aún peor.

—¿Estás bien?— me miró, observando cada parte de mi rostro.—¿Sientes que ya viene el bebé?

—No— sonreí, retirando esos pensamientos para centrarme en él.—Todo bien con nosotros.

Estaba muy tenso. El asunto de Verónica y el parto lo tenían con los pelos de punta y lo entendía porque yo estaba igual que él.

Sentí, como las yemas de sus dedos acariciaron mi rostro con lentitud y adoración, desde mis mejillas hasta mis labios para acariciar mi labio inferior. Bajó más a mí y sentí su aliento caliente golpear mis labios para después, besarme con ternura y lentitud, saboreando todo a su paso. Sus besos me relajaron un poco, mis manos se aferraron a su saco cuando sus manos tomaron mi rostro para profundizarlo.

—Te amo— susurró contra mis labios, con su frente contra la mía y su mirada mezclándose con la mía.

—Te amo— repetí y un pinchazo se instaló en mi corazón.

En esa posición, me permití apreciar todo su rostro, ese rostro que miraba todas las mañanas al levantarme, que me recibía con los ojos brillosos y una sonrisa de buenos días. Él siempre estaba ahí cada mañana que yo abría los ojos, siempre me observaba dormir y siempre me abrazaba y acariciaba mi vientre. Todos los recuerdos de nosotros dos juntos se me vinieron a la mente y no pude evitar ponerme sentimental, mucho más cuando las hormonas hacían de las suyas en mí.

Mi Corazón Sigue Siendo Tuyo (#2. Bilogía Amor Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora