Empecemos

7.9K 558 23
                                    

Capítulo 27

Rebecca

Subo al auto y después lo hace Enzzo dando un suspiro. Todavía sigo muy sensible con él por lo que sucedió en el desayuno y qué no se le ocurra ponerme una mano encima porque va a empeorar todo.

—Tenía razón— habla y pone en marcha el auto.—La doctora te ha asignado una dieta por tu bien y la de nuestro bebé.

—Ya no digas nada— dije en voz baja y mis ojos se llenaron de lágrimas.—Estoy segura que te pusiste de acuerdo con ella.

—Por supuesto que no, Reby— se ofende.

—Me quieres matar de hambre— lloré y guardó silencio.

Agradecí en mi interior que no dijera nada en todo el camino por la sensibilidad con la que amanecí hoy. Mis hormonas van de mal en peor y es horrible tener que lidiar con los cambios de humor, las náuseas y sobre todo los mareos. Lo único agradable son los antojos, claro, solo cuando Enzzo los complace porque en estos momentos siento un gran vacío en mi estómago.

—Tengo hambre— susurré.

—Te dije que comieras pero hiciste un berrinche— lo miré de inmediato.

—¿Berrinches? ¿Eso soy ahora para ti?— mis lágrimas bajaron de nuevo y odié la sensación de tristeza en mi pecho.

—Yo no dije eso— me miró rápidamente y regresó la vista al camino.—Rebecca, debes tranquilizarte...

—Ah, ahora soy una histérica. Perfecto Enzzo— aplaudi exageradamente.—Gracias por arruinar por segunda vez mi mañana— me dejé caer en el sillón y miré a través de la ventana.

—Trato de ser paciente contigo— dio un suspiro y apretó el agarre de sus manos en el volante.—Entiendo por lo que estás pasando y...

—No, no, no— lo interrumpí.—No entiendes nada, Enzzo— quité mis lágrimas con rapidez.—Soy yo la que está embarazada, soy yo la que tiene que lidiar con los mareos, los desmayos, las nauseas, todas las veces que he vomitado, los antojos que tú no cumples y tengo que aguantar mis cambios de humor...

—Y yo también— fue su turno de interrumpirme.—Te recuerdo que tu tristeza y tu enojo lo descargas contra mí.

—¡Por tu culpa!— me quité el cinturón de seguridad cuando sentí que me estorbaba para moverme.—No haces más que decirme que no, histérica y gorda.

—Yo no te dije histérica, mucho menos gorda y ponte el cinturón— levantó la voz con una pizca de molestia y eso me asustó.—Haz caso.

—Y ahora me gritas— lloré con fuerza y cubrí mi rostro con mis manos.—Eres muy malo conmigo.

—Mi amor no llores— su tono cambió a uno más suave.

—¡No soy tu amor!— me exalté y miré como tensó la mandíbula.—¡No me digas así!

—Está bien— se detuvo en un semáforo en rojo.

—Entonces no me quieres.

Me miró incrédulo y yo aumenté mi llanto. Era algo que no podía dejar en mi pecho porque sentía como me ahogaba con él. Tenía tantas emociones que no sabía cómo controlarlas.

—¿Cómo quieres que te diga?— preguntó con suavidad y paciencia cuando en realidad estaba molesto y con estrés.

—Ja, ni siquiera haces un esfuerzo, ¿lo ves?

—Rebecca sólo quiero complacerte y hacerte sentir bien— señaló.

—Pues ni que fueras mi payaso particular.

Mi Corazón Sigue Siendo Tuyo (#2. Bilogía Amor Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora