¿Qué pasa?

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Capítulo 22

Rebecca

Al día siguiente.

Enzzo y yo habíamos llegado más temprano de lo normal a su empresa, antes de encontrar a Verónica en su lugar. Le daría una sorpresa, y una despedida para que aprendiera a no meterse en donde no la llaman. Me daba un poco de pena, sí. Ella tenía trabajando con Enzzo dos años, y si Enzzo nunca la despidió fue porque hacía bien su trabajo. Pero, todo eso ella lo mandó a la basura cuando no supo separar lo laboral con lo personal y ya no podía dejar pasar otra falta de parte de ella.

Ya tendría que buscar otro trabajo para seguir sosteniendo su vida, o tal vez regresar a California.

Con todo la confianza, caminé hacia el escritorio de Enzzo y me senté en su silla girandola hacia los ventanales, el día estaba nublando y en las noticias dijeron que venía una tormenta hacia acá. De pronto, escuché como la puerta era abierta para después escuchar las pisadas de las zapatillas de Verónica.

—Buenos días señor Harper— dijo con una pizca de sorpresa.—Me sorprende verlo aquí tan temprano, pensé que no estaba, por eso no toqué— dijo tímida.

Así que cuando estaba frente a mí era una desgraciada que me retaba, pero frete a mí futuro esposo se hacia pasar como una mujer tímida, callada y reservada.

Caminó más hasta dejar la taza de café sobre el escritorio y fruncí la nariz al oler el aroma que ese líquido tení. No podía verme gracias a que la silla era del tamaño de Enzzo, así que evidentemente a mí me quedaba grande.

—¿Señor Harper?

—Señora Harper— corregí y me giré.

En cuanto sus ojos me miraron su mirada se transformó a una de odio puro. Ella no sabía que yo recordaba todo, por eso trataba de esconder su disgusto a mí, pero no tenía porque disimular, yo sabía como era perfectamente. Lo que ella sabía era que me había ido con su jefe una semana entera a Miami. Solos. Los dos.

—¿Qué haces aquí?— preguntó tosca.

—¿Sigues molesta conmigo?— pregunté, fingiendo no recordar nada.

—¿Cómo quieres que no lo esté?— expresó exasperada.—No sirvió de nada todas mis advertencias porque te arrojarste a los brazos de él y hasta te fuiste de viaje, Rebe.

La miré, su rostro estaba con una expresión seria pero preocupada a la vez, pero sus ojos, eran dagas de fuego que iban directo a mi cuerpo sin ningún remordimiento. De verdad que esta mujer me odiaba.

—¿Intentabas cuidarme?— cuestioné y asintió con la cabeza.—¿O intentabas quitarme del camino para estar con mi novio?

Me levanté al soltar esa última pregunta y ella retrocedió dos pasos frunciendo el ceño.

—¿Qué?— cuestionó confusa.—¿Cómo puedes pensar eso si somo amigas?

—Tú y yo no somos amigas— corregí.—No te hagas la tonta Verónica. Yo recuerdo todo, y siempre te le insinuabas a mi Enzzo.

Abrió los ojos cuando escuchó que ya sabía todo, me miró sin parpadear por unos segundos y su pecho subió y bajó con agresividad. Sabía que su teatro se había caído y las consecuencias que traería.

—Cruzaste los límites, ¿qué te hizo pensar que tendrías una oportunidad con él? La única relación que ustedes tienen es de trabajo.

—Lo mismo pasó contigo— dijo dolida y con los ojos llorosos.—Tú también fuiste su asistente y él se fijó en ti.

Mi Corazón Sigue Siendo Tuyo (#2. Bilogía Amor Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora