Harpercito

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Capítulo 38

Enzzo

10 de agosto de 2024.

Ver a Rebecca sufrir no me había gustado para nada, los gritos desgarrados perforan mis oídos, sus lágrimas se graban en mi mente y su dolor me quema en la piel. Verla de ese modo me es imposible no llenarme de miedo al verla tan afectada. Su mano se aferra a la mía mientras corremos con ella por el pasillo, ella va sobre la camilla y los doctores, en especial su ginecóloga se mantiene a su lado para atender el parto en todo momento.

Todavía me cuesta creer que ya dará a luz, que los nueve meses pasaron en un parpadeo y que muy pronto tendremos a nuestro bebé en brazos y podremos ser una familia. Sé que dije que tendría muchos hijos con ella, pero viendo como sufre me es imposible pensar en embarazarla de nuevo.

—¡Enzzo!— grita y sus uñas se encajaron en mi piel.—¡No te alejes!— estiró su mano cuando entramos a quirófano y la acomodaron para dar inicio.

—Estoy contigo— le dije y sus dedos se aferraron a mí, la miré y mi corazón se aplastó al verla colorada por el esfuerzo y con los ojos llorosos.—No me iré de aquí.

—Ayúdame a que respire— me pidió la doctora.—Todo indica que tiene buena dilatación para dar a luz.

—Inhala— le digo, haciéndolo junto con ella.

Nos miramos a los ojos intentando respirar juntos para que los médicos hagan su trabajo. A Rebecca le cuesta hacerlo por su aceleración y a mí por los nervios.

—Exhala.

—¡¡¡Ahhh!!! ¡¡¡Enzzo!!!— su mandíbula se apretó.—¡¡¡Esto no sirve!!!— me miró con alteración y no supe que hacer.—¡¡¡Más vale que me saquen a este bebé pero ya!!!— alargó un grito que explotó en las cuatro paredes.

Mi cerebro no funcionó al verla así, su pecho subió y bajó con agresividad y ya no supe que más hacer con ella para que se calmara un poco más que brindarle mi mano para que siguiera apretandola.

—Puja, Rebecca— pidió la ginecóloga y ella lo hizo.

Su cuerpo se contrajo en cuanto otro grito sacudió su garganta, miré como sus venas se marcaban en el cuello y frente ante la fuerza y por primera vez me cuestioné qué tanto sufrían las mujeres en un parto y claro que no imaginé que haríamos nosotros los hombres si fuéramos capaz de hacer lo que ellas hacen y si podríamos soportarlo.

—¡¡¿Qué me hiciste?!!— me miró con los ojos exageradamente abiertos.

—¡Vamos, Rebecca!— alentó la doctora.

Sentía su desespero por no terminar con el dolor, sus muecas seguían grabandose en mi mente y sus sollozos y gritos aumentaban cada minuto. Me quedé como idiota mirándola sin saber qué hacer ni qué decir, sentía que si hablaba lo iba a empeorar.

—Enzzo...— susurró y la miré de inmediato.—Perdón...— su voz se quebró y sus lágrimas bajaron.—No puedo— negó con la cabeza.—En verdad no puedo.

—No pidas perdón, Reby— pegué mi frente a la suya y la besé fugazmente.—Lo estás haciendo muy bien— miré sus ojos, ese verde bosque que me derretía por dentro.—Debes continuar así.

—Un poco más, Rebecca— volvió a hablar la doctora.

—Vamos— le pedí, tomándola de ambas manos para que se apoyara en mí.—Yo sé que sí puedes. Nuestro bebé está cerca.

Dio un respiro profundo y se preparó para pujar de nuevo, sus manos se aferraron a las mías y mientras pujaba nuestros ojos se mantuvieron conectados. Traté de transmitirle confianza y seguridad, y respiré a su lado de la misma forma para mantenerla un poco calmada. Gritó de nuevo, un grito de dolor total que arqueó su espalda provocando que se levantara hasta el punto de quedar casi sentada.

Mi Corazón Sigue Siendo Tuyo (#2. Bilogía Amor Eterno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora