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—Papá, ¿has perdido la cabeza? ¿Cómo se te ocurre contratar a esa tipa después de lo que me hizo? ¡Es una delincuente!—

—¿Podrías calmarte?— exigió con enojo —No te permito que me hables de ese modo. Y si la contraté fue por ti.—

—¿Por mí?— rió sin poder creerlo —Pues gracias, padre, por contratar a alguien que casi me rompe un brazo.—

—Te lo merecías.—

—¿Qué?— preguntó incrédula —¿Cómo puedes decir eso? ¡Soy tu hija!—

—Vi la manera en que la trataste, ¿crees que haces bien en actuar de esa manera con gente con menos estabilidad económica? No solo la contraté por ti, también como una manera de disculpa.—

—¿Quieres ofrecerle una disculpa? Bien, solo ofrecele dinero y asunto arreglado, esa gente lo acepta sin dudarlo. Pero no la quiero aquí.—

—Ya está hecho, Chiara. Ella se queda, da las gracias que ya no recibiras miradas porque a ella no le interesas.—

—¡Ah, pues que bien miente!—

—Bájale a tu ego, Chiara— comenzó a retirarse.

—¡No es ego, es la verdad! ¡Ya verás que ella tambien será una pervertida! ¡Seguro por eso aceptó, porque le gusto!—

El señor Oliver cerró la puerta y suspiró, esa chica le daba dolores de cabeza. Se dirigió al comedor donde Violeta estaba esperando y la pelirroja se puso de pie al instante en que lo vio ingresar.

—¿Te hice esperar mucho?— sonrió amable.

—No, señor. Estaba distraída admirando su hogar, tiene una casa hermosa— la verdad era que estaba distraida viendo toda la comida que estaba sobre la mesa, era la misma cantidad que la de una cena navideña para ella.

—Muchas gracias. Ven, sigueme, te mostraré los exteriores de la casa.—

Violeta asintió y aceleró su paso para alcanzarlo, estaban saliendo al patio de la casa cuando cruzó miradas con Chiara, ella estaba bajando por las escaleras y se notaba que tenía un humor de perros.

—Parece que no le agradó que me haya contratado— pronunció Violeta.

—Ya se le pasará, tú solo no le prestes atención, ¿está bien?—

—Si.—

Chiara los siguió a una distancia prudente, no confiaba en esa chica. Su padre le mostró todos los exteriores, indicándole cada tarea que debía realizar y cuales arboles tenía permitido dar forma. Le mostró el lugar donde podía descansar y guardar sus cosas, era un pequeño cuarto que estaba a un extremo de la casa, tenía una comoda cama, un televisor, un baño y ducha propia.

Le recordó que si quería algún aperitivo que solo se lo pidiera a alguna de las sirvientas, ellas se los traería, agregando además, que si tenía alguna emergencia, diera aviso a alguien que se lo pueda notificar y podría retirarse.

¿Era un buen jefe? Sí, lo era, y eso todos sus trabajadores lo sabían y era la razón por la cual lo respetaban.

—Entonces, espero estés cómoda. Bienvenida a la casa Oliver— sonrió amable y estrecharon manos —Me tengo que retirar, este señor tambien tiene trabajo por hacer— rió —Que tengas buen día.—

—Claro, usted también— se despidió y el señor Oliver comenzó a retirarse.

—Compórtate— advirtió a su hija al pasar por su lado.

—¿Qué? Eso debes de decirle a ella— reprochó.

Su padre la ignoró y ella solo giró a ver a la pelirroja, Violeta procedía a quitarse su gran bolso y su sudadera para poder trabajar, Chiara solo la observó con desagrado y dio media vuelta para irse.

Lovesick GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora