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Leire esperaba sentada en la cama de Suzete, ella dijo que la esperara, que solo iría a comprar algunas cosas, cuando comenzaron a tocar la puerta.

La rubia se puso de pie y caminó con timidez a la salida, seguro Suzete se había olvidado las llaves y si no le abría, se molestaría.

La abrió con la mirada baja y al levantarla, vió a Salma levanté de ella, iba a sonreír aliviada por verla, pero la chica se adelantó y la abrazó tan sorpresivamente, pudo escuchar el ligero jadeo que soltaba de su boca, como si hubiera corrido.

—Estás bien...— pronunció Salma sin separarse.

—Salma...— respondió por lo bajo, no sabía lo que está pasando.

—Dime— la chica tomó su mejilla, buscando al menos uns herida o alguna señal de que a sido lastimada —¿En serio estás bien? ¿No te pasó nada?—

—E-estoy bien...— respondió nerviosa por su cercanía.

—¿Por qué estabas aquí? ¿Suzete te obligó?— preguntó preocupada.

—N-no...— estaba dudosa —No me obligó...no— negó.

—Leire— tomó sus hombros —Solo dime, ¿Tú querías estar aquí?— Leire bajó la mirada, negando lentamente —Entonces te obligó— pronunció seriamente —Vámonos, te llevaré a casa, tú familia está muy preocupada.—

—Está bien...— respondió Leire, pero su mirada se volvió a una de temor cuando miró a las espaldas de Salma, Suzete la miraba a ella.

—¿A dónde la llevas?— Suzete comenzó a acercarse a pasos tranquilos y lentos, tenía unas latas de cerveza en una mano.

Salma la miró desafiante y sin responderle, tomó la mano de Leire y comenzó a guiarla a su coche, para la preocupación de la rubia, Suzete tomó su otra mano, deteniendola.

Ambas mayores cruzaron miradas y Suzete atrajo a Leire a ella, la sujetaba de la cintura de manera posesiva y sin cuidado, la rubia se notaba incómoda, Suzete solo miraba a Salma con una sonrisa burlesca, haciéndole entender que Leire solo era de ella.

Pero Salma también sonrió, creo que era hora de darle una lección, una que tanto habría querido darle desde un comienzo.

Sí, como dice Leire, la violencia no es buena, pero había algunas personas que se lo merecían, y Suzete era una de ellas.

—Leire— pronunció la pelicorto y ella la observó —¿Puedes subir al auto y encender la radio? Súbele todo el volumen que puedas— le habló con cariño —Y espérame allí, ¿Sí? Iré en cinco minutos— la rubia bajó la mirada a su cintura, haciéndole saber que no podía aunque quisiera —Oh, espera— Suzete soltó a Leire para defenderse cuando vió a Salma ir contra ella y sujetarla de su camisa.

—¿Te recuerdo cómo quedaste la primera vez que trataste de defenderla?— advirtió Suzete.

—Sí— sonrió con burla —Terminé llevándome a Leire conmigo— la empujó al suelo, miró a la rubia y le señaló el coche mientras ella se quitaba su chaqueta de cuero.

Leire asintió y corrió al coche, ya dentro, encendió la radio y subió casi todo el volumen.

Giró dudosa a verlas pero regresó la mirada rápidamente al frente cuando las encontró peleando, y por lo poco que había visto, Salma era quien ganaba ahora.

Leire había llegado a salvo a casa, se despidió solo con un gesto dudoso de Salma, solo quería ir a abrazarla y curar sus pequeñas heridas como agradecimiento, pero Bea estaba con ellas y le daba vergüenza.

Salma saludó tímidamente con su mano, y también dudosa, subió a su coche, las observó entrar a casa y por fin puso su cara de dolor.

—¡Ash! ¡Esto duele!— se veía las heridas de su cara en el espejo retrovisor —Esa idiota— recordó a Suzete —Te gané por suerte pero te gané.—

Lovesick GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora