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Salma aumentó la velocidad al encontrar la autopista casi vacía, los faros a los lados alumbraban su camino y lo único que podía escuchar era el ruido de la moto y el fuerte viento.

Violeta se abrazó más a ella, observaba con una sonrisa el paisaje norturno de los arboles a su al rededor. Debería estar asustada por la velocidad en la que iban, pero era emocionante sentir el viento golpear su cuerpo y sentír la adrenalina haciendo aumentar las palpitaciones de su corazón.

Era la primera vez que subía a una moto, y se sentía como una pequeña niña divirtiéndose.

Salma tuvo que ir bajando la velocidad al encontrar calles transitadas, ya estaban llegando a la zona donde vivía Violeta, o como ella le decía, a su barrio.

—Gira a la derecha— avisó Violeta, Salma obedeció y entró a una pequeña calle, había solo un puesto de comida callejera y unos niños jugando con latas.

—¿Donde me detengo?— avanzaba a baja velocidad.

—Frente a esa casa— señaló —Las paredes sin pintar, ¿la ves?—

—Sí— aumentó solo un poco la velocidad hasta llegar y se detuvo, quitándose su casco.

Violeta bajó de la moto mientras Salma seguía arreglando su cabello, no le gustaba estar despeinada.

—Gracias— le entregó el casco.

Salma sonrió.

—¿Ves que no soy mala?— lo recibió y lo guardo nuevamente debajo del asiento.

—Bueno, solo me trajiste aquí, quien sabe si no es plan de Chiara o algo parecido— alzó los hombros —Sé que quiere echarme.—

—Mm, tienes un punto— asintió —Entonces cuidate de mí— le guiñó con una sonrisa y volvía a ponerse su casco, Violeta bajó la mirada al suelo, sintiendo un sonrojo en sus mejillas —Hasta luego, Violeta— empezó a marchar.

—Espera— Salma giró a verla —Tu pañuelo— estiro su mano para que lo tomara, se lo había prestado para que se sequera el rostro por el café que Chiara le había tirado.

Salma observó el pañuelo y luego sonrió, seria una buena escusa para que la buscara.

—¿Que te parece si primero lo lavas?— rió por lo avergonzada que se puso la pelirroja—Tranquila, luego puedes entregarmelo, hasta luego— el motor volvió a vibrar y se alejó a una velocidad prudente.

—Hasta luego— respondió Violeta al verla irse.

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A la mañana siguiente Violeta encontró su zona de trabajo libre de niñas mimadas, esta vez comenzaría su día tranquila y sin contratiempos.

Terminaba de colocar las nuevas flores después de horas, cuando sintió una especie de piquete en su cuello.

Se enderezó a tocar la zona afectada y en el borde de su camiseta había una especie de diminuta piedra, había pensado que quizá un mosquito la había picado pero eso ya le pareció muy extraño.

Tiró la pequeña piedra cuando recibió otra directamente en la frente, ese le dolió más que el anterior. Buscó rápidamente de donde venían pero no había nadie al rededor, eso comenzaba a molestarla.

Tiró la piedrita con enfado y lentamente fingió entar trabajando mientras estaba atenta a cualquier movimiento.

Chiara se volvió a asomar cuidadosamente por detrás de su ventana y estiró el tirachinas hacía ella con una nueva piedrita.

La soltó y se escondió rápidamente, tuvo que cubrirse la boca para callar su risa al escuchar el enfado que Violeta daba.

Sí, parecía una niña pequeña, pero no tenía otra opción, era eso o soltar a los perros.

Lovesick GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora