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Chiara no podía creerlo, veía con amargura como sus empleados atendían a la jardinera, quien estaba sentada al centro de la mesa como si fuera dueña de la cama.

—No...En verdad no es necesario que...— Violeta trataba de negarse, pero la ama de llaves la había prácticamente obligado a sentarse y ahora le ofrecian comida, bebida e incluso masajes, no le daban tiempo ni de contestar —En serio...—

—Por favor, pongase de pie— la mayor volvía a tomarla de los hombros y la guiaba sin detenerse rumbo a las escaleras —Usted va a estar a cargo de esta casa por tres días y no puede verse así.—

—Entiendo pero...—

—Nada, nada, ahora mismo se da una ducha y nosotros nos encargaremos del resto.—

—Sí solo que...—

—Preparen la bañera para la señorita— alzó la
voz.

Al instante dos señoritas la tomaron de los brazos y la llevaron directo al segundo piso, casi cargandola.

—¡Esto es absurdo!— Chiara se levantó de su silla —¿Como puede mi padre dejar a esta idiota a cargo de la casa?— la ama de llaves solo levantó los hombros, temía que la morena se desquitara con ella. Chiara bufó y se cruzo de brazos, sabía que su padre lo había hecho para fastidiarla, pero no le daría el gusto —Manda a uno de los maryomos a traer mi coche— mandó, de inmediato la mayor obedeció —No voy a pasar más de un día con ella— comenzó a subir al segundo piso para dirigirse a su habitación y tomar su bolso.

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Ruslana terminaba de quitar una rueda cuando escuchó un ruido que venía de fuera. Al levantar la mirada, observó extrañada como la rubia adinerada, venía entre temblores manejando la bicicleta que le había prestado, parecía que en cualquier momento se iba a caer.

Denna estiró sus piernas y fue frenando poco a poco con ayuda de sus pies, se detuvo lentamente al lado de la pelirroja y cuando logró estar de pie, sonrió orgullosa.

—Hola— saludó mientras bajaba.

—Pensé que no vendrías— Ruslana se ponía de pie, sus manos estaban manchados así que iba limpiandose con un viejo trapo.

—¿Por qué? Pensé que habíamos quedado en que vendría.—

—Sí, pero una chica como tú...— la observó de pies a cabeza, con ropa tan impecable y elegante se notaba que era nueva y cara —Se supone que debe estar muy ocupada— volvía a tomar la llanta y la cargaba para moverla en un esquina —Ya sabes, en negocios de empresas o esas cosas que hacen los ricos.—

—No...yo aun no tengo ningún cargo importante así que no tengo problema en estar aquí.—

—¿Sin nada que hacer? Vaya— cargó otra rueda mucho más pesada y la puso sobre su hombro —Sería interesante tener tu vida— pronunció sin ningún interés en seguir hablando, tenía mucho trabajo que hacer.

—Sí, bueno...— no sabía qué decir, pensaba que se sorpredería o se alegraría de ver su bicicleta como nueva, pero parece que no lo notó —Ya que voy a estar aquí...¿quieres que te ayude en algo?—

Ruslana rió por su pregunta cuando traía una nueva rueda.

—¿Ayudarme? Sin ofender, pero no creo que pueda hacerlo— se puso de cuclillas para colocar la nueva rueda.

—Me estas subestimando— respondió con gracia.

—¿Ah sí?— giró a verla y Denna asintió —¿Sabes reparar coches?—

—No.—

—¿Puedes levantar esta rueda?— ofreció.

Lovesick GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora