Epilogo 1

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Las calles se pintaban de blanco por la primera nevada de la temporada, el agradable calor de la cama hacía que ninguno quisiera levantarse y seguir durmiendo todo el día, pero había una pequeña excepción, uno que miraba por la ventana, emocionado por ver toda esa nieve acumulada.

—¡Mamá! ¡Mami!— se alejó corriendo descalzo hasta llegar a los pasillos y patinar levemente, el cuarto de sus dos madres de encontraba al final y siguió corriendo en su búsqueda —¡Mamá!
¡Mami!— entró sin tocar y trepó a la cama dando saltos, emocionado —¡Hay nieve! ¡Hay nieve fuera!— destapaba a su pelinegra madre que bostezaba y se sentaba sobre su madre pelirroja que dormía boca abajo —¡Arriba! ¡Hay nieve!— bajó riendo y salió de la habitación, tenía que cambiarse para salir a jugar.

—Te dije que le enseñes a tocar...— mencionó
Violeta adormilada, aún no se movía de su lugar.

—Está emocionado...— respondía Chiara con pereza —Sabes que le gusta jugar con la nieve.—

Violeta suspiró y giró para poder sentarse, ser madre no era cosa fácil, los niños se levantaban muy temprano.

—Arriba, cariño— acarició la cintura de Chiara mientras se levantaba —No podemos dejarlo solo en la nieve, ¿Recuerdas?—

—Sí, lo sé— respondió con los ojos cerrados, quería seguir durmiendo.

Ese día lo habían dejado jugando y cuando salieron, su pequeño hijo estaba enterrado en la nieve y de cabeza, por poco y lo pierden, suerte que Violeta lo sacó a tiempo de los pies.

Hugo tenía ocho años, Chiara y Violeta habían decidido adoptar para poder darle el cariño que merecía a un pequeño que lamentablemente había perdido o abandonado por sus padres.

Cuando llegaron vieron tantos niños que la decisión fue tornándose difícil, hasta que un bebé ingresó llorando y siendo cargado por una anciana, ellas estaban en el despacho hablando con la directora cuando lo vieron.

Chiara pidió cargarlo y cuando lo hizo, el llanto fue desapareciendo que hizo sonreír a la pareja, el bebé había quedado mirando con sus ojitos brillantes el rostro de la pelinegra.

Lo mismo pasó cuando Violeta apareció a su lado y le sonrió, el bebé no sabía a quién mirar.

Luego de un largo proceso que duró algunos meses, el pequeño fue llamado Hugo Hodar Oliver, hijo de las dos personas más adineradas de Barcelona y gran parte de Granada.

Por supuesto que ambas chicas no dudaron en ofrecer su ayuda al orfanato, cada mes envían una cantidad de dinero para ofrecer lo mejor a todos los niños mientras esperan la adopción, y ellas mismas van en persona para verificar que sea así.

Cuando Hugo iba creciendo, acompañaba mayormente a su madre Chiara a sus sesiones fotográficas, Violeta lo cargaba y trataba de distraerlo con juguetes, pero parecía ser que a
Hugo le gustaba las cámaras.

A los tres años fue su primera sesión fotográfica junto a sus madres, luego de algunos años, él era todo un modelo para ropa para niños.

Un niño serio en lo que hacía, responsable, estricto y a su muy corta edad, ya tenía su propia marca de ropa y su propio dinero.

Algo que había aprendido de tanto acompañar a su madre Chiara en su trabajo.

Pero en lo personal, era más como Violeta, alegre, ingenioso, juguetón y le gustaba mucho hacer deporte junto a su madre.

Muchas veces terminan riendo cuando ambos practican parkour en el gran jardín y Chiara quiere unirse, intenta saltar un pequeño tronco como se lo habían enseñado, pero siempre termina cayendo en el pasto.

Lovesick GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora