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Salma volvió su mirada a Violeta, se le notaba un poco sorprendida por su acción, pero en el fondo agradecia mucho ese detalle.

—¿Estás bien?— Violeta asintió levemente.

Salma posó su mano sobre su espalda y la guió para que caminara, necesitaban escapar de la lluvia, Violeta podría enfermarse si seguía en ese estado.

Chiara apartó la mirada de ellas y dejando su taza de café sin ningún cuidado sobre la bandeja que sostenía uno de sus mayordonos, caminó seriamente hasta las escaleras para dirigirse a su cuarto.

Sus empleados notaron ese comportamiento, siempre era así, pero había algo diferente que ellos no lograban descifrar.

La chica la guió hasta su coche y se adelantó a ella para poder abrirle la puerta de los asientos traseros.

—Adelante, sube— ofreció, pero Violeta solo miraba dudosa los limpios y secos asientos.

—Pero..los voy a arruinar, estoy empapada por la lluvia, además mis zapatos...— los miró, estaban manchados de tierra, y ahora de barro por haber tocado la lluvia —No creo que sea conveniente, mejor espero aquí— mencionó con preocupación, pero la sonrisa de Salma logró confundirla, pero a la vez tranquilizarla que la hizo sonreir también.

—No te preocupes— respondió con simpatía —No es nada que no se pueda arreglar, dale, podrías enfermarte, ¿quieres eso?— Violeta negó rápidamente, no podría permitirselo, tenía que seguir trabajando —Entonces...— abrió más la puerta y sonrió, esa sonrisa encantadora que fascinaba a todo el mundo.

Violeta asintió e ingresó cuidadosamente, no quería ensuciar gran parte de los asientos.

Salma cerró la puerta y se dirigió al maletero del coche, entre unas cuantas bolsas y cajas comenzó a buscar dentro de ellas, y al hayar el indicado, lo tomó y cerró el maletero para dirigirse al lado de la ventana donde se encontraba la pelirroja.

—Hey— golpeó la ventana en medio de un risilla, Violeta había pegado su cara a ella para verla —Baja la ventanilla— pronunció fuerte para que le entendiera, haciendo una seña con su mano por si no la había escuchado. Violeta asintió y buscó la manija, en este caso, un botón, lo presionó y tras la ventana aparecia Salma con un par de bolsas en mano —Ten esto, póntelos.—

—Pero...—

—No te preocupes— interrumpía —No hay ningun problema, adelante.—

Violeta, aun dudosa, asintió y tomó las bolsas y las introdujo dentro del coche, a los segundos cerró la ventana para que pueda cambiarse.

Salma se enderezó en su lugar y dio media vuelta para darle la espalda, no podía evitar tener una leve sonrisa en sus labios, estaba pensativa en las cosas que habían sucedido, que negó con gracia.

—¿Me puedes explicar que es lo que estás haciendo?— Chiara aparecia frente a ella, solo una de sus sirvientas había ido con ella para que sostenga su paraguas —Explícame porqué motivo ayudas a esa jardinera— exigía saber.

—Chiara, son cosas personales— respondió con voz neutral, se le notaba tranquila.

—¿Personales?— preguntó incrédula —¿Piensas acostarte con ella?— Salma se tensó por lo que dijo, sabía que Violeta podría escucharlas.

—Eso n...—

—¡Por dios, Salma! Hay mejores mujeres en el mundo como para que tengas en la mira a esa ingenua. ¿quieres llevartela a la cama? Bien, pero finge tus escenitas romanticas en otro lado, no en mi propiedad— advirtió con firmeza antes de irse.

Salma se apresuró a girar y golpear la ventana, pero antes de hacerlo, observó a la pelirroja caminando en dirección a la salida, aun no se había cambiado pero su sudadera la sostenía en la mano.

Lovesick GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora