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Chiara llegaba a su hogar sin nada más en la mente que darse un merecido descanso, cuando frenó sus pasos en la sala al ver al pequeño caballerito esperándola en su sillón.

Llevaba puesto un traje color blanco y jugaba con una rosa entre sus manos mientras balanceaba sus pies, parecía aburrido.

—¿Qué hace este mocoso aquí?— preguntó al sirviente más cercano, con notorio enfado.

—Señorita, el padre del niño pidió que hoy salga en el pequeño Cris a alguna cena o paseo, su padre vendrá por él a las ocho de la noche, pide que por favor lo trate bien y al menos intente conocerlo.—

Chiara resopló cruzándose de brazos, era una ofensa para ella que quieran emparejarla con un mocoso como ese. Veía con el ceño fruncido al pequeño cuando abrió los labios sorprendida cuando él le mostró el dedo del medio al darse cuenta cómo lo veía.

—¡Que grosero!—

—Señorita, es a penas un muchacho— defendió el ama de llaves.

—Bueno, ¿vamos a ir a pasear o no?— se quejaba
Cris poniéndose de pie —Si sigue así, no será digna de ser mi esposa, ni aunque me ruegue.—

Los sirvientes apretaron los labios para no reír.

—¿Pero quien te crees para hablarme así?— Chiara lo miró incrédula por su atrevimiento tan inrespetuoso hacia ella —Escúchame bien, enano, te hace falta varios centimetros de altura para enfrentarme, será mejor que comiences a
respetarme porqu—

—Ya vámonos— Cris pasó por su lado, ignorándola y dejando con la palabra en la boca

—Lana, mande a llamar a mi chofer, por favor— pidió con amabilidad.

—Entendido, joven Cris.—

—¡Oye! ¡Aun no he acabado contigo!— Chiara llegaba a su lado —Escúchame bien, no voy a permitir que...—

_Como digas— bajó las escaleras de la entrada y su chofer le abrió la puerta de su coche para que entrara, Chiara comenzaba a frustrarse con ese pequeño —¿Vas a subir? ¿O tendré que llamar a su padre para decirle que su hija mimada nuevamente ignoró su pedido?— habló de manera tan refinada que parecía todo un príncipe.

—Mocoso...— murmuró entre dientes, dirigiéndose al coche e ingresando de mal humor, ni siquiera quiso dirigirle la mirada y se cruzó de brazos.

—Ten, para ti— el pequeño le tendió la rosa que había traído.

Solo bastó que el auto comenzara a avanzar para que la rosa salga despedida por la ventana.

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Denna no podía creerlo, Ruslana había elegido comer en un puesto ambulatorio que en un restaurante fino y elegante.

Veía con extrañeza toda esa extraña comida que una señora preparaba en una carretilla, y lo que más le sorprendía, era las personas que comían de pie o sentados en la acera , como si no les importara.

—¿Qué va a llevar?— preguntó la mayor.

—Tres brochetas de Eomuk, por favor— respondió Ruslana sonriente, desvió su mirada a
Denna y ella al darse cuenta aparentó una sonrisa rápidamente, dando como resultado una sonrisa algo distorsionada.

—¿Vienes... Seguido por aquí?— preguntó Denna algo incómoda, comenzaba a sentir calor por el humo de los fritos.

—Pues claro, es mi barrio— respondió de manera simple.

—Ah... Bueno, bonito lugar— divisaba a su al rededor.

—¿No vas a pedir algo?— preguntó extrañada.

Lovesick GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora