Terror en Pabu - Parte 2

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Después de que Omega hubiese llamado la atención de Robbie, esta se relajó en cuanto notó que los niños volvieron a sus actividades. Quizá solo un animalito marino había captado su atención.

—No pasa nada, Omega. Son niños, son curiosos. —Ella le dedicó una sonrisa tranquilizadora, la rubia asintió suavemente y decidió continuar con la tarde en la playa y pensaba para sí misma en que quizá estaba paranoica.

La tarde transcurrió con normalidad. 

Tech y Phee extendieron una colorida manta en la arena, creando un espacio acogedor para que sus hijos, Mac y Tonya, pudieran jugar libremente. Mac estaba ocupado construyendo un castillo de arena mientras Tonya intentaba atrapar las olas que llegaban a la orilla.

Crosshair y Jojo, junto con sus gemelas Emma y Emmy, se sentaron en sillas plegables cerca del borde del agua. Crosshair observaba con una sonrisa orgullosa mientras las pelinegras intentaban recoger conchas marinas y las depositaban en un cubo de plástico con entusiasmo.

Robbie, rodeada por los brazos de Echo estaban ocupados teniendo un romántico momento sobre una roca mientras observaban a Fives, Rex y Cherrie jugando en la orilla, saltando sobre las olas y riendo a carcajadas.

Anika y Hunter se relajaban juntos en una manta con Mía en sus brazos, disfrutando de la cálida brisa marina. Ethan, su hijo mayor, construía un castillo de arena junto a ellos, mientras que Rose exploraba la playa, recogiendo conchas y piedras brillantes.

Wrecker y Gigi nadaban juntos con Max en brazos dentro del agua unos metros mar adentro. No habían traído a Megan ya que ella tenía temor por las profundidades, por lo que se quedó en la orilla. Se escuchaban a lo lejos las carcajadas de Max al son de la voz de su padre.

Omega estaba sentada en la arena, observando a todos con una sonrisa en el rostro. Se sentía feliz de ver a su familia reunida, disfrutando de un día de tranquilidad y diversión. Se acercó a Megan que estaba dibujando en la arena, y juntas crearon una carita feliz con palitos y conchas.

A medida que el sol se ponía en el horizonte, iluminando el cielo con tonos rosados y naranjas, el Bad Batch y sus familias se preparaban para volver a casa, agradecidos por el tiempo que pasaron juntos en la hermosa playa de Pabu. Era un momento de felicidad y conexión, un recuerdo que atesorarían para siempre.

Omega observando el ocaso, soltó un largo suspiro. Que buen día había sido.

—Yo me adelantaré, quisiera que los niños estén aseados para antes de su hora de dormir. —Dijo Robbie, con las toallas de sus hijos en los brazos.

—Te alcanzo en casa, cariño, ayudaré a limpiar la playa y a llevar el asador a casa de Wrecker.

—Bien, pero no tardes querido. —La pelirroja se despidió de su esposo, con un rápido y suave beso en los labios y continuamente de ello se despidió del resto de la familia para comenzar a caminar a casa, pues su hogar era el más alejado dentro de bajo Pabu, a diferencia de las demás, las cuales sus hogares se encontraban muy cerca de la playa.


Después de aquella escena, Omega notó nuevamente algo extraño. Los tres niños seguían mirando hacia el horizonte, al mismo punto al que habían estado mirando esa tarde horas atrás, fueron sacados del trance por su madre la cual les pidió que se tomaran de las manos para comenzar a caminar juntos hacia su hogar. 

—Tranquilízate, Omega. Solo son niños, estás paranoica. —Susurró para si misma. Volteando a ver a Ethan para llamarlo a ayudarla a limpiar la playa, observó la misma concentración que había notado en los niños, pero él en cambio, tenía la mirada clavada en el cielo. —Ethan ¿Estás bien, pasa algo? —Preguntó, cansada de estarse haciendo historias en la mente.

The Bad Batch, Amor mercenarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora