Capítulo 2: Navegando en Aguas Desconocidas

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El primer día de clases de informática se convirtió en un desafío que nunca olvidaría. Mi tarde comenzó con el estrés de llegar tarde debido a un conductor de autobús distraído y una voz ronca que apenas me permitía hablar. Parecía que el universo conspiraba en mi contra, pero estaba decidida a superar cualquier obstáculo que se interpusiera en mi camino. Mis padres estaban otra vez de vuelta a Italia, la verdad que no me importaba mucho, ya estaba acostumbrada a vivir sola. Aunque es cierto que me gustaría poder ir algún día para visitar a mi abuela que vive allí. Ya que la familia de mi madre es italiana.

Al llegar a la clase, me encontré con un mar de caras desconocidas y la ausencia reconfortante de mis amigas habituales. Al llegar estaban todos los asientos llenos excepto uno justo al lado del pelinegro de ojos azules y otro justo delante de este. Bueno al menos delante no tenía que soportar sus comentarios odiosos. De verdad que siempre he creído que hay que darle oportunidades a las personas pero este chico me pone horriblemente nerviosa.

 Me senté junto a un chico cuya expresión facial no presagiaba una conversación amistosa, y su compañera parecía estar más interesada en sus propios asuntos que en hacer nuevos amigos. Aunque en ese momento agradecí su falta de atención, me sentí un poco desamparada, como si estuviera a la deriva en un océano de incertidumbre. Nunca me he sentido muy cómoda yendo sola a los sitios, siento que la voy a liar en cualquier momento.

La clase transcurrió con dificultades, con el profesor luchando por explicar un programa que parecía más complicado de lo que esperábamos. La tensión en el aula era palpable, y mi nerviosismo se intensificaba con cada minuto que pasaba. No pude evitar escuchar al pelinegro quejarse de lo difícil que era el programa y no pude evitar girarme para ver como sufría con el ejercicio, ahora me tocaba a mi disfrutar.

 Pero por desgracia él me estaba mirando justo en el mismo instante que me giré para aumentar mi satisfacción personal. Así que no pude hacer otra cosa que sonreírle incómodamente cuando él me mira y pude leer su pensamiento de "Te he vuelto a pillar", maldita sea.

 Pelinegro 2, Emma 0. 

Juro que esta situación va a cambiar, no puede ser que me pase esto. 

Sin embargo, todo cambió cuando una chica se levantó y me dirigió la palabra.

Mi vergüenza se desbordaba mientras intentaba disculparme por mi voz ronca, pero en lugar de rechazarme, ella se reía y me ofreció una sonrisa reconfortante. Fue un pequeño gesto, pero significó mucho para mí en ese momento de vulnerabilidad.

Por fin acabó la interminable clase y me dispuse a recoger mis cosas. Cuando me decido a ir a por mi chaqueta que está al fondo de la clase y veo al pelinegro recogiendo sus libros y papeles de forma desastrosa. Sé que puede que esto no termine nunca si le digo lo que se me acaba de pasar por la cabeza pero no puedo dejarlo ganar. 

—Veo que tratas a tus apuntes con tanto cuidado como a tu peinado. ¿Es parte de tu encanto arrogante o solo un mal día?— Dije deforma victoriosa con una sonrisa de oreja a oreja.

—Solo estaba guardándolos, ya que no me sirven para nada. Pero si quieres, puedes darme una clase privada para ponerlos en orden.— Dijo el chico mientras me sonreía pícaramente. Yo no podía soportarlo más, además sentía mi cara arder.

—Ups—Le di al pelinegro con mi bolso intencionadamente al girarme para irme lo antes posible, pero no sin vengarme antes claro. ¿ Se podía considerar un empate? Objetivamente no, pero para mi sí.

—¿Huyendo otra vez, Emma? Parece que tienes una especialidad en eso. Y cuidado no vaya a ser que provoques un accidente, tu cara roja podría hacerte parecer un semáforo en plena intersección. 

—Argggg, está bien tu ganas, paso de ti. Dije en tono de molestia mientras apretaba mi agarre a mi bolso y mi cara mostraba toda la vergüenza  que estaba pasando.

Ian empezó a reírse muchísimo ante mi frustración. Su risa resonaba en toda la clase, o al menos eso me parecía a mi ya que yo lo estaba pasando fatal. Como lo odio. Derrotada me doy media vuelta y me voy.

Al salir de clase, me reuní con mis amigas y nos encontramos con la chica de antes, Rose. Aunque era un año mayor que nosotras, su presencia se sentía natural en nuestro grupo, como si siempre hubiera pertenecido allí. 

—Oye vi como saltaban chispas entre ese chico y tu. ¿Sois amigos o algo?.

—¿Quién, el pelinegro?—Dije con un tono molesto tras recordar mi patética escena.

—¿Otra vez el mismo, Emma?, sabes que del odio al amor hay solo un paso—Dijo Sophie de forma pícara. Mientras todas se reían. 

—¿Él y yo? De ninguna manera, ya he tenido suficiente de tíos por una temporada, y además las personas con una sola neurona compartida no son mi tipo.—Dije cuando todas comenzaron a reírse y seguir insinuando un futuro imposible entre él y yo.

—Hablando del rey de Roma—Dice Carol con la poca discreción que la caracteriza.

—Pues a mi me parece muy mono el amigo rubio—Dice Sophie completamente embobada.

Oh no, se dirigían hacia nosotras. Ya había tenido suficiente del susodicho por un día. 

—¡Oye, pero si son las del día de presentación!—Dice el chico rubio dirigiéndose a nosotras.

—Hola, qué tal—Dice Sophie que había caído en los encantos del que parece ser el Ken de la universidad.

—¿Sabéis donde esta la clase 12A?, aquí mi amigo me ha dicho que es el pasillo A, la clase doce pero no existe—Dice el rubio, refiriéndose al pelinegro.

—Ya sabía yo que solo tenía una neurona—Digo flojito sin darme cuenta, y me tapo rápidamente la boca. Parece que nadie se había enterado, pero él... Bien, Emma, sumamos una cagada más para el día de hoy ¿ Cuantas quedarán?.

Él simplemente se ríe y parece ser que va a dejar pasar la situación, estoy muy agradecida porque no sé si podría soportar más humillaciones.

—El primer número es la planta, el segundo el numero de la clase y la letra el pasillo. Dice Sophie con una sonrisa.

—Ya decía yo que no cuadraba, gracias.—Dice el rubio, este parece más buena persona, no como él, pero es todo para Sophie.

—Por cierto soy Sophie y tú...

—Oh, es cierto no me he presentado siquiera. Soy Thomas, haber si nos vemos algún día por aquí Sophie. —¿Pero y estos dos? Cómo pueden dos personas llevarse tan bien en un momento.

—Claro, que tengáis suerte en el resto del día—Sophie

—Gracias—Dice Thomas mientras se gira para marcharse.

—¡Adiós Emma!—Dice el pelinegro.

—¡Adiós sin nombre!. —Es que lo peor es que no sé si quiera como se llama. Me doy media mientras este me muestra una sonrisa pícara . Me doy la vuelta pero no puedo evitar que una sonrisa se forme en mi rostro. ¿Qué me estaba pasando?.






Entre Sombras y Susurros de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora