Capítulo 37: Una declaración de amor

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Emma Walter

Llegamos al cine un poco antes de que empezara la película, sinceramente, creo que se habían pasado de velocidad unas cuántas de veces, sobre todo Ian con la moto, pero eso significaba que todavía teníamos tiempo para el ritual inevitable: elegir snacks. Siempre me divertía ver cómo Thomas y Sophie se enzarzaban en una discusión sobre qué dulces comprar. Thomas era fanático de las gominolas, mientras que Sophie no podía resistirse al chocolate. Ian, como siempre, solo sonreía desde un rincón, dejando que el caos se desplegara frente a él.

—¿Y si compramos ambos? —propuse, queriendo acabar con la disputa antes de que se nos echara el tiempo encima.

—¡Ni de broma! —protestaron ambos al unísono, lo que me hizo reír. Había algo tan infantil y a la vez entrañable en sus discusiones que no podía evitar sentirme más relajada.

—Está bien, está bien, hagamos una cosa —intervino Ian, con una mirada cómplice en mi dirección—. Compramos lo que Sophie quiera, y yo me encargo de llevar a Thomas a terapia después por el trauma de no tener gominolas.

—¿Qué pasa se te ha antojado chocolate y no lo quieres admitir?, ¿Qué tienes la regla o qué, Ian?. —Dijo Thomas haciendo un berrinche.

Sophie soltó una carcajada mientras Thomas rodaba los ojos, pero acabamos todos riendo. Al final, terminamos comprando una mezcla de todo ya que Thomas no daba su pie a torcer. 

—Si quieres de eso, lo pagas tú. Pero aún así tienes que pagar tu parte de lo otro eh —Dijo Ian con una sonrisa pícara.

—Tendrás cara. Bueno vale pero luego no me pidáis. Solo le voy a dar a Emma por ser tan buena conmigo. —Todos estallamos a carcajadas por ver la manera tan infantil de comportarse de Thomas. Pero como pagó más que nadie, por supuesto, dejó a todos satisfechos.

Cuando por fin tomamos nuestros asientos en la sala, Sophie y Thomas se sentaron juntos, sumidos en su propia burbuja de bromas y comentarios sarcásticos. Ian y yo nos quedamos un poco más atrás ya que al reservar más tarde no pudimos ponernos al lado, lo que me dio una excusa perfecta para molestarle un poco.

—Entonces, Ian, ¿Cómo va eso de ser el mediador oficial del grupo? —le susurré mientras las luces empezaban a bajar.

—Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo —me respondió con una sonrisa ladeada, esa que siempre me hacía sentir un cosquilleo en el estómago.

—Podrías trabajar en el departamento de recursos humanos —dije en tono burlón.

—O en el departamento de "Cuidado, Emma está a punto de burlarse de ti" —contestó, inclinándose un poco hacia mí, como si estuviéramos compartiendo un secreto. Lo cual hizo sentir otro cosquilleo.

—Es un departamento muy específico —dije, y ambos nos reímos suavemente antes de que la película comenzara.

Durante la película, intenté concentrarme, pero no podía evitar que mi mente vagara hacia lo que había ocurrido en la universidad con Carol y Clarise. Aunque me divertía estar aquí, con mis amigos, esas imágenes seguían reapareciendo en mi cabeza. Pero cada vez que me sentía atrapada en esos pensamientos, Ian hacía algún comentario en voz baja o me daba un ligero empujón con el codo, trayéndome de vuelta al presente. Era como si supiera exactamente cuándo necesitaba un pequeño empujón para salir de mi propia cabeza. Encima la película me hizo llorar en más de una ocasión, todo un desastre.

Al final de la película, Sophie y Thomas estaban enfrascados en una discusión sobre el final, como siempre.

—¡Pero es obvio que el protagonista estaba soñando! —insistía Thomas, mientras Sophie 

Entre Sombras y Susurros de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora