Capítulo 8: Café y Álgebra

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La presión de los exámenes pesaba sobre mis hombros como una losa de cemento. Estaba sentada en la cafetería con mis amigas, pero apenas podía concentrarme en lo que decían. Sophie estaba hablando sobre su última cita con Thomas, Carol estaba contando una anécdota divertida sobre su perro, pero todo sonaba lejano, como si estuviera bajo el agua.

—¿Emma? ¿Estás bien? —preguntó Sophie, mirándome con preocupación.

Sacudí la cabeza, tratando de enfocar mi mente en la conversación. Pero entonces, de repente, sentí un choque suave en mi hombro. Miré hacia arriba para encontrarme con los ojos azules de Ian, una sonrisa pícara en su rostro. Parece que volvía a ser el Ian de siempre.

—¡Oops! Perdón, no te había visto ahí —Dijo Ian, con una risita traviesa.

Lo miré con sorpresa, sin poder evitar que una sonrisa se formara en mi rostro. Ian siempre tenía la habilidad de sorprenderme, incluso en los momentos más estresantes.

—Sí, claro, no me viste —Respondí, siguiéndole el juego.

—Fue totalmente accidental—, responde con una expresión inocente que sé que es pura farsa.

—Claro, y yo soy la reina de Inglaterra—, le lanzo una mirada escéptica, pero no puedo evitar sonreír. Ian siempre encuentra formas creativas de mantenerme alerta.

Él levantó una ceja, como si estuviera evaluando mi respuesta, y luego extendió su brazo enyesado hacia mí.

—¿Podrías ayudarme a llevar estas cosas? No soy muy hábil con una sola mano —me pidió, con una sonrisa encantadora.

Asentí, todavía un poco desconcertada por su repentino cambio de actitud. Juntos, nos dirigimos a la fila para pedir el menú del almuerzo, intercambiando comentarios divertidos en el camino.

Una vez que tuvimos nuestras bandejas llenas de comida, nos dirigimos hacia la mesa donde estaban nuestras respectivas pandillas. Sophie estaba en una esquina, coqueteando descaradamente con Thomas, mientras Carol, Clarise y Rose estaban inmersas en una conversación sobre los exámenes.

—Malditos exámenes—, se queja Carol, y todos asentimos en acuerdo, compartiendo la carga del estrés que nos agobia a todos.

—Por cierto, Ian, ¿Cómo vas en Álgebra?—, pregunta Harry, y el rostro de Ian se ensombrece visiblemente.

—No muy bien—, admite con una mueca. —Y con mi trabajo, apenas tengo tiempo para estudiar.

—¿Y si Emma te ayuda? Ella es increíblemente buena en matemáticas—, sugiere Clarise con una sonrisa traviesa, y me sorprende que esté tan segura de mí.

Ian y yo nos miramos, ambos un poco desconcertados por la idea. —Bueno, supongo que no hay otra opción—, murmura Ian, y asiento lentamente, aceptando el reto. Sinceramente no sé porqué pero tengo muchas ganas de que llegue el día. Aunque hay algo en él que me grita que me aleje de él, no puedo evitarlo. Es cierto que ya había dejado un poco atrás esa idea de que pudiera ser el chico el callejón, pero no podía fiarme del todo. Era como si llevara un cartel en la frente gritando peligro.

No tenemos mas remedio que intercambiar nuestros números de teléfono para ponernos de acuerdo en dónde y como quedar. Aunque Ian me ha dejado muy claro que en su casa no se puede así que supongo que será en la mía. No creo que venga mal un poco de vida en mi casa  de vez en cuando que siempre está tan vacía.  

—Por cierto tenemos que salir algún día todos, incluyendo los tortolitos de allí—Dice Carol subiendo el tono al final de la oración mientras se dirige con la mirada a Sophie y Thomas. 

Ambos se ríen y asienten entre risas. Cuando Sophie hace un gesto entre risas para que los dejemos tranquilos. 

—Yo creo que esos dos van a acabar juntos si no lo están ya. —Dice Harry.

—Pues yo creo que no se van a poder soportar el uno al otro—Dice Ian mientras sube los hombros.

—Pues entonces a ti no creo que te aguante nadie—Digo con una sonrisa.

—¿Ah, no? Pues se de alguien que va tener que estar todo un día conmigo explicándome álgebra.

—Todavía puedo negarme, ¿sabes?. 

—Venga, ¿No te doy ni un pelín de pena?.

—Nop.

—¿Ni un poquitín?—Dice Ian haciendo un puchero en los labios.

—Haber si lo pides bien me pienso lo de explicarte. Aunque te recuerdo que sigo enfadada contigo.

—¿También tengo que arrodillarme para suplicarte? Bueno si es así... —Dice cuando se levanta de un golpe de la silla y se acerca a mi lado. 

—Ian, no, era broma, qué vergüenza.

—Ya no vale que digas eso, soy un hombre de palabra. —Entonces Ian se arrodilla y me agarra las manos. Mientras los demás se reían y comentaban la situación. yo solo podía pensar en la vergüenza que tenía ya que era el centro de atención de toda la cafetería.

—¿Emma Walter, podrías por favor podría perdonar y explicar a este humilde y torpe chico álgebra?—Dijo arrodillado con una sonrisa y sus ojos azules clavados en los míos. Sus ojos brillaban tanto como las estrellas en esos lugares en medio del campo.

—Sí...sí, claro. Ian levántate por favor—Dije mientras sentía mis mejillas arder.

—Muchas gracias—Entonces besó mis manos

—¿Emma que le has hecho a nuestro Ian? ¿Ian estás bien tienes fiebre? —Dice Thomas con una sonrisa al ver a Ian de rodillas frente a mi.

—Por cierto Emma tienes la cara más roja que un tomate.—Dice Ian tras levantarse.

—Tu mejor no comentes por el bien que te trae. —Dije en un tono entre enojado y divertido. Haciendo que todos nos riéramos. ¿Cómo acabará esa clase de algebra, acabaremos lanzándonos besos o mejor cuchillos?.

Entre Sombras y Susurros de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora