Capítulo 33: Clases particulares

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IAN MILLER


Llegué a la casa de Dylan con pasos pesados, sintiendo cada músculo de mi cuerpo gritar por el esfuerzo y la falta de sueño. La noche anterior había sido un torbellino de eventos y emociones, y ahora, aquí estaba, a punto de enfrentar una tutoría que parecía más una trampa que una ayuda. Mis ojos estaban rojos e irritados, y mi cabeza zumbaba con una mezcla de cansancio y preocupación. Dylan abrió la puerta con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. 

 —Ian, gracias por venir. Vamos, pasa,— dijo, señalando hacia el interior de su casa.—Sí, claro,— murmuré, entrando y mirando alrededor. La sala de estar de Dylan era cálida y acogedora, con estanterías llenas de libros y una mesa desordenada con papeles y tazas de café vacías. Me senté en el sofá, sintiendo la suavidad del cojín bajo mi cuerpo agotado. 

Dylan me ofreció una taza de café. —Parece que no has dormido muy bien,— comenzó, su voz tranquila pero con un matiz irónico. —Aquí tienes, te hará bien.

—¿Ah, sí? ¿Y cómo lo sabes?— respondí con sarcasmo, tomando la taza sin realmente quererla. Y es que después de una larga e intensa despedida con Emma ya eran las ocho y media de la mañana así que al llegar a casa no tuve de las mejores bienvenidas, aunque siempre suela estar vacía, yo soy un desgraciado sin suerte. Encima tengo una resaca increíble si es que no sigo borracho claro. Es duro contenerse de no beber cuando es gratis. 

Dylan arqueó una ceja, observándome con atención. —Bueno, los puntos de tu ceja son bastante recientes y no tenías nada cuando yo me marché a las dos de la mañana. ¿Otra pelea?¿Seguro que estás bien para las clases?

—Estoy perfecto,— contesté bruscamente, sintiendo la irritación crecer. —Estoy acostumbrado.

Dylan suspiró, su expresión cambiando a una de preocupación. —Ian, esto no es normal. Puedes estar cargándote tu futuro, metiéndote en estas cosas.

—Oh, claro,— respondí con amargura, dando un sorbo al café. —Porque mi futuro es tan brillante ahora mismo.

Dylan se mantuvo en silencio por un momento, dejando que mis palabras flotaran en el aire. Luego, habló con calma pero con determinación. —Sé que no es fácil, Ian. Pero hay otras formas de vivir. Podrías hacer algo grande con tu talento para el dibujo. Siempre te veo con bocetos de ropa que no tienen mucho que ver con mi clase. ¿Por qué no consideras eso? o incluso algo de deporte aprovechando tu físico.

Solté una risa amarga. —Oh, sí. Claro. Convertirme en diseñador de moda es el sueño de todo chico de mi barrio. O mejor, voy a ser el nuevo Messi o Cristiano Ronaldo, ¿Por qué no?—Dije riéndome exageradamente.

Dylan negó con la cabeza, su mirada fija en la mía. —No estoy diciendo que sea fácil. Pero es posible. Podrías tener una vida diferente, si decides cambiar las cosas.

—Mira, Dylan. Aprecio tu entusiasmo en ser el profesor del año, pero creo que solo viendo en el barrio pijo que vives, puedo ver el porqué no entiendes un carajo de lo que digo.—Dije comenzando a salirme de mis casillas y aumentando cada vez más el tono.

 —Sé que no ha sido fácil,— comenzó, su voz tranquila. —Quiero que sepas que estoy aquí para ayudarte.

—¿Ayudarme?— repetí con sarcasmo. —No necesito caridad. Acabemos rápido con los dibujitos que tengo prisa. Y si de verdad quieres ayudarme, me sirve con algo para el dolor de cabeza.—Dije sabiendo que si esta conversación seguía por este camino, iba a acabar perdiendo los papeles.

Dylan suspiró y se sentó frente a mí. —No es caridad, Ian. Es preocupación. Solo quiero asegurarme de que estés bien.

—¿Por qué te importo tanto?— pregunté, mirándolo directamente a los ojos. —Ni siquiera me conoces realmente.

Entre Sombras y Susurros de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora