Capítulo 23: Un Nuevo Comienzo

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Cuatrimestre nuevo, vida nueva. O al menos ese fue mi lema antes de salir de casa esta mañana. Decidí que era hora de cumplir mis propósitos del nuevo semestre y, con una promesa pendiente a Carol sobre empezar el gimnasio, preparé mi maleta con todos los "por si acaso lo necesito" y me marché. Fui andando ya que el gimnasio no quedaba muy lejos de mi casa, a unas dos manzanas.


De pie frente al espejo del vestuario del gimnasio, sentí cómo la ansiedad se apoderaba de mí. Mi corazón latía con fuerza y mi mente se llenaba de dudas y temores. Sabía que comenzar el gimnasio era importante para mi salud y bienestar, pero la idea de enfrentarme a un ambiente nuevo me llenaba de nerviosismo.Con un suspiro, me ajusté la ropa deportiva y me dirigí hacia la sala de entrenamiento. Las miradas curiosas de los demás asistentes me hacían sentir incómoda, como si estuviera bajo un microscopio. Traté de recordar la rutina que Clarise me había enviado por Instagram, pero la ansiedad nublaba mi mente y me costaba concentrarme. Creo que había que empezar con algo de cardio, ¿Cómo se supone que se enciende la cinta de correr?, ¿para qué sirven tantos botones?.


De repente, sentí cómo el agobio me invadía por completo y, sin pensarlo dos veces, me dirigí al baño en busca de un respiro. Sin embargo, en mi apuro por escapar, choqué con alguien en el pasillo, haciendo que mi corazón diera un vuelco de sorpresa y miedo.


—¡Lo siento mucho! —exclamé, lanzando un manotazo mal dado por la desesperación.Para mi sorpresa, la persona a la que había golpeado resultó ser Ian, quien me miraba con diversión y sarcasmo en los ojos.


—Parece que tienes un talento para chocarte con la gente —bromeó Ian, con una sonrisa divertida en el rostro.


A pesar de mi vergüenza, no pude evitar sonreír ante su humor, sintiendo cómo la tensión comenzaba a disiparse.


—Lo siento, de verdad. Soy un desastre —me disculpé, sintiéndome un poco más relajada.Ian asintió, comprensivo. —No te preocupes, todos hemos tenido nuestros momentos torpes. Pero, ¿te gustaría que te enseñara cómo lanzar un golpe decente? —propuso, con una chispa traviesa en los ojos.


Me sorprendí ante la oferta, pero luego asentí con entusiasmo. —¡Claro! Aunque espero no tener que usarlo para peleas clandestinas —bromeé, intentando aligerar el ambiente.Ian rió entre dientes y me aseguró que no era ese su objetivo. —Vamos, te mostraré cómo usar algunas máquinas mientras hablamos —dijo, guiándome hacia la zona de pesas.


Empezamos con una máquina de remo. Ian me explicó cómo ajustar el asiento y los pedales, luego se colocó detrás de mí para ayudarme a encontrar el ritmo correcto. Su presencia cercana me hizo sentir extrañamente segura.


—Emma, antes de que sigamos, creo que tenemos una conversación pendiente —dijo Ian, su tono volviéndose más serio.Asentí, sabiendo a lo que se refería. —Sí, yo también quiero hablar contigo, hay algo que necesito saber. Katie me dijo que solías acostarte con cualquiera. Me preocupa, porque no sé si puedo confiar en ti completamente y sé que no somos nada pero...  —admití, con el corazón en la mano.


Ian suspiró profundamente, sus manos manteniéndose firmes sobre las mías en los remos. —Emma, sé que he cometido muchos errores. Hubo un tiempo oscuro en mi vida donde tomé decisiones de las que no estoy orgulloso. Pero estoy cambiando. Estoy intentando hacer las cosas bien, no solo por mí, sino también por Katie. Y ahora, por ti —dijo, su voz llena de sinceridad.


Tomé un respiro, procesando sus palabras mientras movía los remos hacia adelante y hacia atrás. —Quiero creer en ti, Ian. De verdad, pero necesito ver que tus acciones coinciden con tus palabras. No quiero volver a salir lastimada —dije, sintiendo la vulnerabilidad en mi voz.


Ian asintió, entendiendo mi preocupación. —Lo sé, y lo respeto. No voy a pedirte que confíes en mí de la noche a la mañana. Solo te pido una oportunidad para demostrarte que he cambiado. Vamos a tomarnos esto con calma, a dejarnos llevar y ver cómo nos va —propuso, mirando directamente a mis ojos.


Sentí una ola de alivio y esperanza. Tal vez, solo tal vez, esto podría funcionar. —De acuerdo, Ian. Vamos a intentarlo y ver cómo nos va —dije, sonriendo con una mezcla de nerviosismo y emoción.


Con esa promesa entre nosotros, nos dirigimos a la siguiente máquina, una de pesas para los brazos. Ian ajustó el peso y me mostró cómo usarla correctamente, siempre atento a cada detalle para asegurarse de que lo hiciera bien.


—¿Sabes? Me gusta esto. Es una buena manera de despejar la mente —comenté, levantando las pesas y sintiendo la tensión en mis músculos.Ian sonrió, colocándose a mi lado para ajustar mi postura. —Sí, el gimnasio puede ser una excelente manera de liberar el estrés. Y bueno, es un lugar seguro para conseguir tranquilidad —dijo, sus ojos reflejando una mezcla de recuerdos y determinación.


A medida que continuábamos, mi nerviosismo inicial se disipó por completo. Me sentí más cómoda, más segura. Y sobre todo, más esperanzada sobre lo que podría venir entre Ian y yo.Finalmente, después de pasar por varias máquinas y una conversación profunda, nos sentamos en una esquina del gimnasio para descansar.


—Gracias por hoy, Ian. Realmente me ayudaste mucho —dije, sintiéndome genuinamente agradecida.


—De nada, Emma. Me alegra que estemos intentando esto juntos. Vamos a ver a dónde nos lleva.—Respondió, su sonrisa llenando de calidez el momento.Con esa promesa y una nueva determinación, nos despedimos por el día. Sabía que no sería fácil, pero estaba dispuesta a darle una oportunidad. Porque, a veces, un nuevo comienzo es exactamente lo que se necesita para encontrar la verdadera felicidad.

Entre Sombras y Susurros de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora