Capítulo 29: Traidores

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Ian Miller

La luna llena ilumina tenuemente las calles desiertas mientras me dirijo al almacén, con una mezcla de nerviosismo y determinación pesando sobre mis hombros. El último encuentro con Emma me tiene destrozado, pero no puedo permitirme el lujo de caer ahora, nunca lo he hecho. Eddie me ha dado una lista para que acabe con los traidores, y no tengo otra opción. Los gorilas de la mafia ya se han encargado por lo visto de capturarlos y llevarlos al almacén, solo me queda ponerle punto y final.


El almacén está ubicado en una zona industrial, sombría y olvidada. La luz de una farola parpadeante arroja sombras inquietantes sobre las paredes de ladrillo envejecido. Respiro hondo y entro al edificio. Dentro, veo a tres hombres esperando, sus caras marcadas por el miedo y la traición. Sinceramente creía que eran más, seguro se le escapa alguno al muy listo de Eddie.

—Es hora de resolver esto— dice uno de los gorilas con voz temblorosa. Quien lo diría.

—Espera Ian, ha tenido que haber una equivocación. Tengo hijos. —Dice uno de los hombres amarrados en el suelo.

— No hay tiempo para hablar. Mi mano se mueve con precisión, deslizándose hacia el arma oculta en mi chaqueta.—Intento no escuchar, intento mantener la sangre fría como siempre me han dicho y aunque Eddie me dijo de hacerlos sufrir, decido acabar rápido.

 En un instante, los disparos rompen el silencio, y los cuerpos caen al suelo con un ruido sordo. La sangre se esparce por el suelo de concreto, y el eco de los disparos aún resuena en mis oídos. El trabajo sucio está hecho, y me siento con las manos temblorosas y la mente más agotada que nunca. Salgo del almacén, con la esperanza de encontrar un momento de paz, pero mi vida nunca ha sido tan sencilla.

Las sirenas de la policía me sacan de mis pensamientos.

—Corred, no importan los cuerpos.

—Pero el señor Miller siempre dice que va primero la mafia y después nosotros. —Dice uno de los grandullones.

—Escuchadme, tenéis familia que os está esperando en casa. Que le den al señor Miller y toda su familia incluyéndome, corred, maldita sea. —Veo como dudan mirándose los unos a los otros.

—¡Es una orden!.

—Sí, señor.

 Cuando veo que me hacen caso y comienzan a correr. Escucho como el sonido de las sirenas está mucho más cerca y se va intensificando poco a poco. Así que yo tenía razón, seguro se le ha escapado alguno a Eddie. 

El pánico se apodera de mí, y corro hacia una calle lateral, pero estoy rodeado. Las luces rojas y azules parpadean en todas direcciones.  Entre los oficiales, veo a Harry, mi viejo amigo hacía tiempo que no sabía nada de él, he estado demasiado metido en mis asuntos que no sabía si quiera que Harry aprobó el examen. Su mirada es una mezcla de sorpresa y decepción.

—¡Ian,al suelo!—, grita uno de los oficiales, apuntándome con su arma, así que recuerdan mi nombre, interesante. Me detengo, levantando las manos lentamente y agachando la cabeza en modo de redención. Harry se acerca, sus ojos fijos en los míos, reflejando una tormenta interna.

—No puede ser él— dice Harry, interponiéndose entre los oficiales y yo. —Ian no tiene nada que ver con esto.—

—Chico, se nota que llevas poco tiempo en esto. Este chico es un completo delincuente y fue una vez sospechoso de asesinato. Así que a no ser que se pruebe lo contrario es un sospechoso más. —A regañadientes, me llevan a la comisaría. Harry, visiblemente enfadado, me lleva a una sala privada. La tensión en el aire es palpable, y puedo ver el conflicto en sus ojos.

Entre Sombras y Susurros de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora