Ian Miller
Tras ser interceptado por Eddie, esperé a que Emma y los demás se fueran para escuchar lo que este me tuviera que decir. Ya que claramente pasaba algo chungo, porque llevaba unos días sin aparecer y cada vez que va a clase es o porque trama algo o porque tiene algo malo que decirme. Eddie era lo suficientemente inteligente como para saber que no nos podíamos arriesgar a una llamada de teléfono.
—Ahora que estamos solos... ¿Qué quieres esta vez de mí, Eddie? —mi voz salió más áspera de lo que pretendía, y lo supe en cuanto vi cómo los ojos de Eddie se estrechaban. Sabía que esa mirada traía problemas.
Eddie arqueó una ceja y una sonrisa torcida se asomó en su rostro, una sonrisa que nunca significaba nada bueno. —¿Qué quiero de ti? —repitió, su tono rezumaba sarcasmo y un odio latente que, aunque siempre presente, hoy parecía más afilado—. Para empezar, que no metas la pata, como siempre.
—¿Meter la pata? —Mi frustración subió de golpe. Había hecho todo lo que me pidió. Todo. ¿Qué demonios podía haber salido mal esta vez?
Eddie dejó caer los hombros, como si estuviera cansado de mí. Aparentemente lo estaba. —El día que te encargué que mataras a los traidores, te faltó uno.
Me quedé de piedra por un segundo, buscando en mi mente algún fallo, algún cabo suelto. Pero nada. —¿Qué? No es posible. Yo me aseguré... —Intenté explicarme, pero él ya no estaba escuchando.
—Faltaba uno —repitió Eddie, clavando sus ojos en mí, llenos de odio puro. Se acercó en un parpadeo, agarrándome por el cuello de la camiseta y empujándome contra la pared con una fuerza brutal—. Y gracias a tu incompetencia, ahora estamos jodidos.
El aire se me escapó de los pulmones cuando mi espalda golpeó el frío cemento, pero traté de mantener la calma. —No es mi culpa —logré decir, mientras lo miraba directamente a los ojos—. Los gorilas... se supone que los atraparon a todos. Tú mismo los mandaste, se suponía que yo solo tenía que ponerle punto y final.
Eddie gruñó, apretando más la tela en su puño, casi levantándome del suelo. —Uno de esos gorilas, imbécil, estaba trabajando para él —espetó, lleno de veneno—. El que escapó es Jackson. ¿Te suena ese nombre?
Claro que me sonaba, era un antiguo amigo de mi padre, cuando era más pequeño oí que fue un gran socio para la mafia. El tipo era una leyenda en ciertos círculos, un traficante despiadado con conexiones hasta en el infierno, era uno de los más buscados pero nunca habían conseguido atraparlo, definitivamente estábamos jodidos. Mi estómago se revolvió. Si ese cabrón estaba suelto, estábamos en serios problemas.—Escúchame bien, Ian —continuó Eddie, su voz descendiendo a un tono bajo y amenazante—. Ese bastardo tiene a más gente detrás, y si les pasa información a los Willsom, estamos muertos antes de siquiera intentar el cambiazo de la obra. Así que más te vale que arregles esta mierda y termines el trabajo.
Honestamente no sé porqué hay que liarla tanto con esto de traicionar a los Willsom y conseguir la obra de arte. Si es por dinero podríamos robar cualquier otra cosa o traficar con yo que sé qué. Aunque si los planes de Eddie salen bien, supuestamente seremos libres de las garras de los Willsom. Preferiría ser libre en general, incluido el ser libre de mi familia, pero bueno, no estaría mal para empezar ¿no?
El nudo en mi garganta se hizo más grande. Le empujé ligeramente el pecho. —Suéltame —gruñí—. No es mi jodido problema que no sepas hacer tu trabajo. Yo siempre he hecho el trabajo sucio, y estoy harto.
Eddie me soltó de golpe, con un empujón que casi me hizo perder el equilibrio. —Tú eres el que no supo terminarlo, idiota. Y más te vale hacerlo antes de que algo... accidentalmente... le pase a tu amorcito, Emma.
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Entre Sombras y Susurros de Amor
RomanceEmma e Ian se sumergen en una historia llena de luces y sombras. Con su pasado sobre sus hombros. Ella ama con todo su ser, él no sabe qué es el amor. En un mundo donde las amistades y algo más se forjan en medio de desafíos y secretos, Emma e Ian s...