Capítulo 36: Carol toca fondo

7 1 0
                                    

Xander Willsom

Las palabras de mi padre seguían resonando en mi cabeza, cada una más pesada que la anterior. "Xander, si no puedes manejar algo tan simple como el club, ¿Cómo esperas algún día encargarte de los negocios de verdad?,  el club es tu responsabilidad". "No quiero excusas, quiero resultados." "Déjate de rollos con Ian y dale más peleas que es el único que nos trae dinero". Era el mismo discurso de siempre, solo que hoy lo sentía como una losa aplastante sobre mi pecho. Estaba harto. 

Salí de su despacho antes de que pudiera decir algo que empeorara la situación. Las manos me temblaban de la rabia contenida mientras atravesaba el largo pasillo de la mansión, lleno de tantos cuadros, figuras y obras lujosas, pero tan vacío al mismo tiempo. No pude evitarlo y le di una patada a uno de los jarrones que se acabó rompiendo a pedazos. Pero no me detuve, el eco de mis pasos resonando como un latido en mi cabeza. Mi vida estaba atrapada en un ciclo interminable de expectativas y obligaciones. El club, los negocios, el dinero. Todo giraba en torno a eso. ¿Y yo? Yo no importaba. Nunca importaba.

—Xander, espera.

La voz de Michel me alcanzó justo cuando estaba a punto de salir. Lo conocía lo suficiente como para saber que estaba a punto de darme uno de esos consejos bien intencionados que no tenía ganas de escuchar. Me detuve a unos metros del coche, sintiendo su mirada fija en mi espalda.

—Sé que estás frustrado, pero no dejes que te controle. Solo respira y piensa en lo que realmente quieres hacer, no en lo que tu padre quiere —dijo Michel, con esa calma que tanto lo caracterizaba.

Me giré lentamente hacia él, intentando mantener la compostura. La voz me salió más fría de lo que pretendía, pero no me importaba.

—Michel, agradezco lo que intentas hacer, pero... hoy no es el día.

Sin decir más, abrí la puerta del coche y entré. Michel, con su habitual prudencia, no dijo nada más. Condujo en silencio hasta el bar que solía frecuentar cuando necesitaba desconectar de todo. Un lugar donde podía ahogar mis frustraciones en un vaso de whisky, donde las luces tenues y la música suave me permitían pensar o, mejor aún, dejar de pensar.

Cuando llegamos, le hice un gesto a Michel para que se quedara en el coche, sé que me lamentaría después por como lo he tratado, pero ahora mismo lo mejor era no hablar con nadie. No quería que me siguiera esta vez. Necesitaba estar solo, aunque fuera rodeado de extraños.

El familiar olor a alcohol y madera envejecida me recibió al entrar en el bar. Saludé con un leve gesto al camarero de siempre y me acerqué a la barra.

—Lo de siempre —murmuré, y él asintió, sirviendo un vaso de whisky con hielo sin necesidad de preguntar.

Tomé un sorbo, dejando que el líquido ardiera en mi garganta, esperando que calmara el torbellino en mi mente. Pero entonces, algo llamó mi atención. A unos metros de distancia, apoyada en la barra, estaba Carol. Su figura destacaba entre la multitud, pero lo que realmente captó mi atención fue su estado. Se tambaleaba, su mirada estaba perdida, y un grupo de hombres la rodeaba demasiado cerca para mi gusto. 

Algo estaba claramente mal. Me di cuenta desde que esta mañana vinieron a sentarse con nosotros ella y Clarise. Por supuesto, a mi no me importaba, pero me pareció raro después de todo lo que rajan de mi.

Fruncí el ceño, dejando mi vaso en la barra y observando la escena con más atención. Uno de los tipos, un hombre alto con barba desordenada, le puso una mano en el brazo, tirando de ella hacia sí. Carol intentó apartarse, pero estaba tan fuera de sí que casi se cae. No solo estaba borracha, seguramente había algo más en su sistema, algo que la hacía aún más vulnerable.

Entre Sombras y Susurros de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora