Capítulo 26: Chispas y Tensiones en el gimnasio.

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Después de un tiempo en la cafetería Emma y yo decidimos despedirnos e ir al gimnasio como habíamos prometido. Así que nos dirigimos al aparcamiento sumidos en un gran silencio escuchando el canto de los pájaros de fondo. No podía parar de darle vueltas a la aparición de Eddie y esas tutorías que me traían por la calle de la amargura. Mientras conducíamos, mi mente vagaba hacia las sesiones que se avecinaban. Me parecía una pérdida de tiempo. Dylan no iba a entender la verdadera profundidad de los problemas entre Eddie y yo, y mucho menos iba a resolverlos con un par de tutorías.


Llegamos al gimnasio el cuál estaba bastante lejos de la universidad pero era bastante céntrico además estaba siempre abarrotado de gente sudorosa. El olor a metal oxidado y desinfectante llenaba el aire, mezclado con el eco de las pesas golpeando el suelo y las máquinas zumbando. Pero aún así se sentía como en casa. Emma estaba entusiasmada por el notable brillo en sus ojos. Nos dirigimos a la zona de entrenamiento y comencé a mostrarle algunas técnicas básicas de lucha.


—Primero, tienes que vendarte las manos. —dije mientras sacaba las vendas de mi bolsa.


—¿Así? —preguntó Emma, tratando de imitarme.


—No, así. Déjame ayudarte. —Tomé sus manos con suavidad y comencé a vendarle las muñecas correctamente. Nuestras miradas se cruzaron y una chispa pasó entre nosotros.


—Vaya, eres todo un experto. —bromeó Emma, levantando una ceja.


—Solo trato de que no te lastimes. —respondí con una sonrisa. Luego, la llevé frente al espejo. —Ahora, debes practicar las posiciones básicas aquí.


Emma adoptó una postura exagerada, y no pude evitar reírme.—¿Así? —preguntó con un tono burlón.


—Casi. —Me acerqué y le ajusté la posición de los pies y las manos. —Ahora sí.


—Mírame, soy toda una profesional. —dijo Emma, haciendo un par de movimientos torpes.


—Sí, claro, toda una luchadora. Espero que después de unas pocas sesiones puedas dar unas buenas patadas en las pelotas a cualquier baboso que se te acerque —respondí sarcásticamente mientras la observaba con una sonrisa.


—Pero si ya lo hago, soy una experta.—Emma intentó lanzar un par de golpes al aire, pero su técnica era cómica. No pude evitar reírme.

—Oye, no te rías. Estoy aprendiendo. —dijo Emma, fingiendo estar ofendida.


—Lo siento, es que... —dije entre risas—, es difícil no reírse cuando pareces estar bailando la macarena. Sin ofender eh.


Emma se acercó a mí con una sonrisa juguetona y me dio un ligero golpe en el brazo.—¡Tonto! —exclamó, riendo.


La tensión sexual entre nosotros creció mientras practicábamos. Cada toque, cada mirada, aumentaba la intensidad. Finalmente, nos encontramos besándonos apasionadamente, nuestras manos recorriendo el cuerpo del otro. Yo agarrándola por la cintura y ella poniendo sus manos en mi nuca a duras penas estando de puntillas debido a la diferencia de altura.

Entre Sombras y Susurros de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora