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Las noches que siguen continúo con mi rutina clandestina. Me coloco el pijama sobre la ropa que usaré para el show de esa noche antes de meterme a la cama, converso de cualquier tema sin importancia con Alexis y me aseguro de oír su tenue ronquido antes de ponerme encima el abrigo y dejar la habitación a hurtadillas. Camino por el pasillo con mis botas de tacón en la mano tratando de hacer el menor ruido posible y me las coloco justo antes de salir por la puerta principal. Camino casi dos kilómetros hasta el Lima Bar y muestro mi identificación como trabajadora, pese a que el guardia de seguridad ya me conoce. Me arreglo el pelo y me maquillo frente al espejo del camerino, cuyos focos se encienden intercaladamente, justo antes de salir al escenario. Y aproximadamente a las 4 a. m. estoy de regreso en mi cuarto.

Cada vez que me paro en el escenario no puedo evitar romper mi propia regla y buscar a Nik con la mirada antes de que la canción «Back to black» de Amy Winehouse llene el ambiente y yo deje de ser la estudiante de una de las escuelas de ballet más prestigiosas de la ciudad para convertirme en una chica sensual y atrevida. Al igual que el jazz que suena a través de los parlantes a todo volumen, Nik se halla siempre en la misma posición, sentado en una mesa en el extremo más alejado de la barra junto a su grupo de chicos de aspecto similar al suyo: jeans rasgados, chaquetas de cuero viejas, el pelo desordenado y los bíceps tatuados. La mayoría de las veces están también la rubia y la morena con ellos, y puedo notar cómo la primera se acerca siempre a Nik y le habla al oído, aunque él no muestra el suficiente interés en ella como para deducir que son algo más que amigos. Aun así, él no voltea a mirarme ni una sola vez en toda la noche.

El día jueves me escapo más temprano de lo habitual, ya que Germán me ha citado en el bar para conversar. Cuando entro a los camerinos, él ya me está esperando sentado en el viejo sofá de cuero negro que ocupa la mitad del espacio.

—¡Liv! —me saluda entusiasmado—. Qué bueno que llegas. Quería agradecerte, los shows van de maravilla, los clientes te adoran. Lo he estado pensando muy seriamente y creo que contrataré a más bailarinas para que te acompañen, podríamos hacer algo realmente espectacular. ¿Qué opinas?

—Wow, es una gran idea —finjo emoción.

—Y jamás se me habría ocurrido de no ser por ti. Además, así podrás tomarte algún otro día libre cuando lo necesites. No te preocupes que no afectará tu paga, será en agradecimiento por la estupenda idea.

—Gracias.

—¿No tendrás por ahí alguna amiga interesada?

—Mmm... no, no lo creo. —Estoy segura de que mis amigas se escandalizarían si se lo propusiera. Tan solo imaginarme la expresión de Alexis me provoca sonreír por primera vez.

—Bueno, no importa. Ya colocaré el anuncio en estos días. Te dejo para que te alistes —Germán sale del camerino y yo me dejo caer sobre el sofá con una profunda exhalación. Ser adorada por un séquito de pervertidos no es realmente un halago, pero me alegra que al menos Germán la esté pasando bien. Es un buen tipo y me está ayudando más de lo que cree.

Me convierto en el principal atractivo de la noche por más de una hora, como de costumbre, mientras me aferro al tubo metálico que va de piso a techo y coqueteo de lejos con mis admiradores. Sacudo mi melena y les dedico uno que otro giño cuando lanzan billetes a la tarima. Pero, aun así, no puedo dejar de pensar ni por un instante en lo que me espera a la mañana siguiente: la evaluación semestral. Nadie se preocupa por eso, la mayoría de chicas aprueba sin esfuerzo, pero siento que el ajetreo de mi nueva vida de verdad está interfiriendo con mi desempeño en clase. Tanto así que Gerda ya no me pide tan a menudo como antes hacer los ejercicios de demostración en la barra para que las demás chicas puedan observarme. Si es cierto que fue en mí en quien pensó para un solo, como dijo Alexis, temo que los últimos días la hayan hecho cambiar de parecer.

DESADAPTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora