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Cuando Nik me deja en la escuela, sé que algo anda mal, pero se marcha tan pronto le devuelvo el casco y no me da chance de preguntarle nada. Cuando me doy vuelta para entrar a la escuela, veo a Gerda contemplar el paisaje desde la ventana de su oficina, pero desaparece de inmediato. No puedo estar segura de que nos haya visto, pero estoy tan preocupada por la conversación con su padre que lo último que me atormenta es la posibilidad de que así haya sido.

Me paso toda la mañana siguiente preocupada por Nik, no hemos vuelto a hablar y no sé si es buena idea llamarlo. No quiero presionarlo a contarme algo con lo que no se siente cómodo, así que decido ocupar mi tiempo y mi mente en algo más productivo: ensayar. No me siento cansada, pese a haber dormido poco la noche anterior, y, con tantas distracciones, por poco no me acuerdo de que debo comer algo a la hora del almuerzo.

Paso horas entrenando y siento que aún tengo energía para continuar. Cuando vuelvo a los cambiadores, encuentro una llamada perdida de Nik en mi celular. No esperaba que me llamara, pero me alegra que lo haya hecho por muchas razones. Primero porque eso quiere decir que tal vez el tema de su padre no lo puso tan mal como pensaba y segundo porque a pesar de ello aún le interesa hablar conmigo.

—¿Quieres ir hoy a la casa de Renny? —es lo primero que me pregunta cuando le devuelvo la llamada.

—¿Hacen fiesta en casa de Renny todos los domingos?

—Es solo una reunión con amigos, prometo devolverte temprano a tu cárcel.

Me río.

—Entonces... ¿está todo bien?

—¿Por qué no habría de estarlo? ¿Vas o no? —su respuesta, aunque cortante, me tranquiliza un poco.

—¿Que acaso tu amigo no tiene padres? Es día familiar.

—Liv, ¿no has visto una carpeta por acá? —la voz de Sonia me toma por sorpresa y por poco pierdo el celular—. No sé dónde tengo la cabeza —dice para sí misma.

—No vive con sus padres. Su papá consiguió trabajo fuera hace unos meses, se llevaron a sus hermanos y le dejaron la casa. Suerte la suya —continúa Nik a través de la línea.

—Eh no, acá no hay nada —le digo a Sonia con la esperanza de que se vaya sin hacer preguntas.

—¿Con quién hablas? —pregunta Sonia.

—¿Entonces paso por ti? —insiste Nik.

—Sí, sí —me apresuro en responder.

—Perfecto, estoy ahí a las siete.

—Eh... sí —Sonia me observa suspicaz—. Era... Alexis.

—Ustedes dos andan peor que enamorados. ¿Cuánto llevan sin verse? ¿Un día y medio? —voltea los ojos y se gira para salir de la habitación. Suspiro y me doy cuenta de que acabo de acceder a volver a ir a una fiesta con Nik en esa casa, lo cual implica volver a ver a sus amigos. La idea no me emociona, pero estoy dispuesta a soportarlo con tal de poder verlo y saber qué fue lo que habló con su padre.

«Una reunión con amigos». Tal vez sabría qué ponerme si fueran mis amigos o si tuviera amigos, pero Alexis no está acá para ayudarme. Aun así, me siento con el derecho de tirar abajo el clóset que comparto con ella y tomar algunas de sus prendas, que siempre lucen mejor que las mías.

Estoy a punto de salir de mi cuarto, pero vuelvo cuando recuerdo las dichosas pastillas y me trago una antes de precipitarme por la puerta. No tendría por qué mentirle a Sonia esta vez, aunque no es común que salga un domingo por la noche. Sin embargo, ella sigue demasiado preocupada por los papeles que perdió como para interesarse en mi cita o en cómo voy a ir vestida. No he dejado de escuchar «Gerda me va a matar» en toda la tarde mientras la veo desordenar y volver a ordenar todo el mostrador y la escuela entera para encontrarlos. Ni siquiera se vuelve a verme cuando paso por su lado y estoy segura de que no me escucha cuando le aviso que voy a salir. Mejor para mí, de esa manera al menos sabré que tampoco va a estar pendiente de a qué hora regreso o de espiarme a través de la cámara de seguridad cuando salgo sigilosamente por la puerta para procurar no distraerla en su búsqueda.

DESADAPTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora