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Alexis

Había vuelto a ensayar mi variación después de tres semanas enteras de siquiera pensar en ella. Gerda me había citado en el aula principal el sábado a primera hora, yo me había aparecido puntual con mis bloques de foam y mi banda elástica lista para estirar, aunque con algo de sueño. No había podido dormir bien por las ansias. Gerda había cruzado esa puerta minutos más tarde y había caminado directo al enorme parlante en una esquina del salón antes de decir «Vamos con una primera pasada para calentar».

Mi música vuelve a llenar el espacio como si esas tres semanas no hubieran existido y ella espera que baile como si jamás hubiera dejado de ensayar. Pero no podía mostrarme insegura aunque lo estuviera, había ensayado esa coreografía por tres meses y no podía haberla olvidado en tres semanas, así que con pretendida confianza y muchas dudas en mi interior me coloco firme en mi posición y doy inicio. Por suerte, no se me escapa un solo paso. «Vamos ahora sí. No la pienses tanto», me dice tan pronto llego a mi pose final y sin tiempo para tomar aliento vuelvo a empezar.

Quedaba menos de una semana para el concurso internacional y desde que acepté ocupar el lugar de Liv ya no existía más tiempo para descansar. Gerda estaba tan nerviosa como yo por llegar al concurso con tantos imprevistos y tan poco tiempo de ensayo, pero me decía que debía estar tranquila, que ella se encargaría de todo y yo solo debía hacer lo que ya sabía. Sin embargo, estar relajada no significaba aflojar en los entrenamientos. A mí solo me quedaba asentir y guardarme la preocupación para mí misma. ¿Qué pasaría si se equivocaban al momento de colocar mi música en lugar de la de Liv? ¿O si no habían enviado el audio correcto? Los cambios a último minuto traían consigo confusiones de último minuto, estrés de último minuto, fallas de último minuto, pero yo debía pretender estar tranquila y convencerme a mí misma de que todo saldría bien para que así fuera.

Por otro lado, mi mamá estaba como loca buscando pasaje, hotel y una lista de lugares que visitar desde que supo que viajaría. Mientras que mi papá había lamentado enterarse con tan poco tiempo de anticipación para poder pedir permiso en su trabajo. Mi celular vibra y espero ver el nombre de mi novio en la pantalla, pero en su lugar veo parpadear las tres letras que forman el nombre de Max. Todo está bien con él, pero aun así titubeo un instante antes de contestar.

—Hey, me enteré que te vas a Argentina.

—Sí, estoy como loca con los ensayos. Gerda no me deja ni respirar.

—Pero estás feliz —deduce por mi voz.

—Si, lo estoy.

—¿Tendrás tiempo para conversar un rato... en persona?

—Eh... tengo un hueco a la hora del almuerzo —¿Qué podía querer conversar conmigo... en persona?

Max me envía un mensaje de texto para avisarme que está en la puerta de la escuela a la una en punto de la tarde y salimos a dar una vuelta por el parque que queda a dos cuadras. Conocía a Max de toda mi vida y cuando volvía a reírme con él, a reírme de verdad, después de tanto tiempo sin vernos, era como si los últimos cuatro años no hubieran trascurrido. Él había sido mi mejor amigo y mi primera experiencia amorosa, algo infantil e inmaduro, pero, en fin, mi primera experiencia. Aun así, el cariño que existía entre nosotros parecía inquebrantable, un cariño semejante al que compartes con los miembros de tu familia. Y tenía la sospecha de que, pasara el tiempo que pasara, era algo que compartiríamos para siempre.

—Te busqué porque desde que llegué no habíamos podido conversar, ya sabes, a solas —me mira a los ojos—. Entre tu ex y todas las cosas que han estado pasando...

—Renny no es más mi ex —aclaró y un «Ah» escapa de sus labios entre abiertos.

Max tenía el pelo lacio y corto, como un puerco espín, aunque con mejor apariencia. Sus ojos almendrados se achinaban cuando reía y sus dientes, pequeños y perfectos, a pesar de nunca haber usado brackets, asomaban con timidez.

DESADAPTADOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora