Gerda dicta la clase de ballet como todos los lunes y me vuelve a pedir que me coloque adelante cuando hacemos centro para guiar al grupo. Al parecer no llegó a verme con Nik el sábado, o quizás ya lo superó. He estado tan paranoica con lo que podía llegar a decir o hacer después de la charla que me dio que resulta un alivio poder quitarme al menos ese peso de encima.
—Liv —escucho la voz de Gerda cuando estoy por retirarme del salón y solo eso basta para que los nervios y la ansiedad vuelvan a hacerse cargo de mí—. No olvides que tu ensayo es a las cuatro.
—Sí —la palabra sale como un suspiro y dejo el salón tan rápido como puedo.
Alexis me estuvo mandando fotos de vestidos todo el fin de semana, pero estaba tan enfocada en mis propias cavilaciones que no le presté la menor atención.
—¿Otra vez con tus rarezas? —me interrumpe mi mejor amiga.
—¿De qué hablas?
—Estás en otro mundo, Liv. Bueno, no importa. ¿A que no sabes? —sonríe ampliamente al tiempo que da pequeños aplausos con las manos muy cerca de su pecho.
—¿Vas a decirme?
—¡Encontré el vestido perfecto para la fiesta de mi hermano! —Intento mostrarme entusiasmada con la noticia—. También vi algunos para ti y no te preocupes que mis padres insistieron en pagarlo.
—Lex, no. Tus padres ya han hecho demasiado por mí.
—¡Please! —extiende la palabra a modo de súplica—. Quiero que te veas hermosa ese día.
Suspiro. Es difícil contradecir a Alexis y tal vez sería desagradecido de mi parte no aceptar el regalo, considerando que su familia lleva semanas planeando aquella celebración. Alguien golpea a la puerta para rescatarme de la presión que ejerce la expresión acosadora de Alexis sobre mí.
—Liv, tu abuela te busca en el primer piso —dice Gina, una de las chicas de la clase a través de la puerta ligeramente entornada.
—¿Estás segura de que es mi abuela?
Jamás ha pisado la escuela desde que yo habito en ella.
—Sí, claro. Cecilia Cussianovich, ¿quién no la conoce? Si es una de las bailarinas más increíbles...
—Gracias por avisarme —la interrumpo. Ella sonríe y se queda de pie esperando a que salga.
—¿Te importa cerrar la puerta? —la expresión de Gina cambia y me dirige una mirada altiva antes de hacer lo que le digo.
Todas están al tanto de mi «situación familiar» y algunas no pueden ser menos entrometidas.
—¿No vas a bajar?
Sé que Alexis está tan sorprendida como yo. Pero no tengo una respuesta clara a su pregunta. ¿Qué puede venir a hacer mi abuela a la escuela?
—¡El viejo estiro la pata! —exclamo con repentina sorpresa llevándome ambas manos a la boca. ¡Claro! No puede existir otro motivo que la haya hecho viajar dos horas en carretera solo para venir a verme.
—¡Liv! No hables así, es tu abuelo.
—¿Por qué más vendría esa señora hasta acá?
—¿Por qué mejor no bajamos y lo averiguamos?
Alexis me toma de la mano y prácticamente me arrastra fuera de la habitación.
Cuando recorremos el largo pasadizo que conecta las habitaciones para llegar a las escaleras, puedo escuchar los cuchicheos de las chicas que seguramente ya se enteraron de la novedad y corroboro mis sospechas cuando veo a un grupo pequeño reunido en el primer piso que finge no prestar atención. Veo a mi abuela de pie cerca de la administración, conversando amenamente con Sonia, aunque yo diría que sus sonrisas son más bien hipócritas. Apenas me escucha acercarme, se aleja de ella dejándola con la palabra en la boca y camina decidida hasta mí con un aire de supremacía que dejaría chica incluso a Gerda. Lleva puestos unos pantalones de vestir, un abrigo color vino y zapatos de tacón bajo a juego con su bolso.
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DESADAPTADOS
RomanceLos tatuajes eran su armadura, algo que había construido por años para protegerse, pero había uno en particular que desentonaba con su apariencia ruda. Tenía la forma de una flor, pero se camuflaba en blanco y negro en aquel océano de tinta que nave...