Corro con los ojos empañados sin saber si voy en la dirección correcta, sin importar si tropiezo en el camino con una roca o alguna rama que hubiera invadido la berma y me voy de cara. Tal vez, si así fuera, me dolería menos. Pero no me detengo, no hasta impactar de lleno con el único cuerpo que es capaz de consolarme en ese momento.
Alexis me rodea con sus brazos delgados y por fin lloro sin intentar contenerme. No solo por Nik, lloro por todo, incluso por lo que no sabía que dolía. Ella no me hace preguntas y yo tampoco respondo a los cuestionamientos que sé que se está haciendo. No estoy lista para hablar, aún cuando mis sollozos se han extinguido, aun después de llorar tanto que ya no le encuentro sentido a mis lágrimas. Nada en este mundo podía doler más que perder a alguien que quieres, yo lo sabía, lo había sufrido. Y después de experimentar semejante dolor, el cuerpo queda como adormecido, como suspendido. Uno desearía dejar de existir solo para ver si así el dolor también desaparece. Pero sigues aquí y con el tiempo el dolor se vuelve parte de ti. Existes en modo automático y vuelves a sonreír también como acto reflejo. Así como decir «gracias» aunque no estés realmente agradecido, solo porque es lo que debe ser. Porque es lo que te facilita el seguir existiendo, lo que evita que la gente haga preguntas y que yo deba dar explicaciones que no deseo.
Me absorben mis pensamientos, estoy tan sumida en ellos que no me doy cuenta de que llevo veinte minutos bajo el agua, hasta que una de las chicas que aguarda para darse una ducha me grita que me apure. Quiero decirle que hay duchas en el primer piso, pero me contengo. El agua se ha empozado a mis pies y no es hasta que levanto uno de ellos que se forma un pequeño remolino y mis reflexiones se van por el ducto del desagüe. Salgo envuelta en una toalla con el pelo empapado, pero sin haberlo lavado. Al parecer no pude recordarlo mientras el agua daba directamente a mi rostro y por un instante pensaba que podía ahogarme en ella.
Gina me mira con mala cara, cuando cae en la cuenta de que soy yo quien ha estado ocupando la última ducha todo este tiempo. Las chicas se alistan para salir el fin de semana y lo único que deseo es que se vayan para por fin poder quedarme sola con mi mal humor y el silencio sepulcral que tanto solía detestar. Me percato que la ducha de al lado está vacía, pero no tengo ánimo para discutir por caprichos estúpidos, así que simplemente me marcho.
Han pasado solo cinco días y yo pensaba que Nik ya estaba muy lejos de mis pensamientos. Mi mente estaba solo en la sala de ensayo y los números que marcaba la balanza. Ahora que no tenía las pastillas, había empezado a pesarme todos los días, casi como un ritual al que no podía faltar y trataba de mantenerme siempre ocupada de manera que resultara más sencillo ignorar a mi estómago. Pero la realidad era que tenía hambre, estaba de mal humor y así era como debía permanecer un mes entero. Pero al menos tenía una motivación: ganar el concurso.
—Las chicas están yendo al Lima Bar —me comenta Alexis en cuanto cruzo la puerta de nuestra habitación envuelta únicamente en una toalla. No había querido cambiarme en el baño delante de todas las chicas y exponerme delante de ellas para que después pudieran hablar de mí a mis espaldas. Seguramente lo harían—. Voy a ir con Renny. ¿No quieres venir con nosotros?
—Estoy castigada. ¿Lo recuerdas? —ni siquiera me preocupo por mirarla a los ojos cuando le respondo.
—Estoy segura de que podemos convencer a Sonia para que te deja salir, no has puesto un solo «pero» en toda la semana. No creo que tu abuela se entere.
—No, gracias.
—Si es por Nik, no tienes porqué cruzarte con él. El bar es lo suficientemente grande y ni siquiera sabemos si estará ahí.
—No me interesa Nik —le digo y esta vez la miro de frente para demostrarle que realmente no es por él que no quiero ir. Simplemente no quiero ir a ninguna parte. No quería ver a nadie, no quería hablar con nadie y no quería saber de nadie. Estoy bien aquí, jamás pensé que el aislamiento absoluto me vendría tan bien, pero así es.
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DESADAPTADOS
RomanceLos tatuajes eran su armadura, algo que había construido por años para protegerse, pero había uno en particular que desentonaba con su apariencia ruda. Tenía la forma de una flor, pero se camuflaba en blanco y negro en aquel océano de tinta que nave...