Mientras ensayo sola en el aula principal me veo obligada a detenerme varias veces por estar demasiado agitada. ¿Era posible que de verdad hubiera perdido físico en tan solo dos semanas y media en las que me había visto forzada a bajar el ritmo de mis entrenamientos? Mis músculos comienzan a flaquear, pero, por más cansada que estuviera, no me tomo más que un par de segundos para respirar y continuar.
Sin embargo, cada vez resisto menos tiempo y me siento frustrada por ello. Me apoyo con ambas manos sobre la barra e intento inhalar y exhalar profundamente para recuperarme. Cuando levanto mi cara y me veo al espejo, estoy completamente pálida y ojerosa. Mi piel esta brillante por la humedad y las gotas de sudor chorrean por mi frente y mi pecho, el mismo que sube y baja con violencia. Siento una ligera presión en el lado izquierdo y me froto fuertemente con los dedos.
El sonido de un par de tacones irrumpe aparatosamente en el aula, liberándome de mi ensimismamiento. Sonia aparece por la puerta con el pelo alborotado y los lentes torcidos, fuera de su posición.
—Liv —habla jadeante—, ¿has visto a Alexis?
—Estaba en el cuarto alistándose para irse con sus padres.
—No está, ya revisé. Tampoco está en los baños, ni en el comedor...
—¿Ya la llamaste? —pregunto, como si su preocupación estuviera de más.
—Tiene el celular apagado. Sus padres están buscándola como locos ¿No te dijo si iba a alguna parte?
¿Se habría decidido por fin a hacerse la prueba de embarazo antes de atreverse a hablar con sus padres? Era probable que no llevara más de quince minutos desaparecida, el tiempo que le tomaba ir y venir de la farmacia. Pero conocía a Mía lo suficiente como para saber que era muy posible que estuviera exagerando y que, más que seguro, Alexis aparecería en cualquier momento y tanto revuelo habría sido innecesario, aun así doy por terminado mi ensayo.
—No, no sé nada —le aseguro al tiempo que tomo mi toalla de mano que descansa en un extremo de la barra y salgo tras ella secándome el sudor del rostro.
¿Era posible que Alexis hubiera estado pensando seriamente en huir con Renny? —aquella posibilidad cruza de repente por mi mente. No habíamos vuelto a tocar el tema y pensé que se le había olvidado. Pero también era cierto que había estado tan enfocada en mis propios problemas las últimas semanas que no me había detenido lo suficiente a pensar en lo que a ella podía estarla inquietando. Tanto así, que ni siquiera se lo había cuestionado.
Alexis podía ser algo alocada a veces, pero jamás desconsiderada con su familia. Ella no era así, ella no se iría a ninguna parte sin avisar y menos sabiendo cómo es Mía. O, por lo menos, me lo hubiera dicho. Claro que lo hubiera hecho. No podía haber estado tan sumida en mí misma como para no haberlo notado. No podía haber sido tan egoísta, no con mi mejor amiga.
—¡Liv! —Mía se precipita por el pasillo hasta mi posición—. ¿Sabes algo de Alexis? No está por ninguna parte —su rostro desencajado me golpea como si la culpa de que estuviera atravesando esta angustia fuera mía y en parte lo era. Yo debería saber dónde está ella ahora mismo y debería haber estado ahí para evitar que tomara una decisión precipitada, como había hecho ella conmigo tantas veces.
—No —la palabra cruza mis labios como si me costara admitirlo. Mía se cubre el rostro con desesperación para intentar contener las lágrimas y lo único que pienso es que pocas veces había visto a esta mujer quebrarse de esa manera.
—Ma, ¿la encontraron? —la voz de Adriano llega antes que me percate de su presencia.
—No, no está por ningún lado —dice presa de sus emociones. Adriano me saluda con un beso en la mejilla y yo fuerzo un gesto similar a una sonrisa en mis labios.
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DESADAPTADOS
RomanceLos tatuajes eran su armadura, algo que había construido por años para protegerse, pero había uno en particular que desentonaba con su apariencia ruda. Tenía la forma de una flor, pero se camuflaba en blanco y negro en aquel océano de tinta que nave...