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Mayte Pov

Vamos en el auto a buscar los resultados de los exámenes. Parezco una adolescente de diecisiete años que se ha enamorado por primera vez. Por supuesto, ella maneja y canta (y discute con todas las personas que conducen, porque todas las personas conducen mal). Esta vez soy yo quien busca la canción, la hago tocar en el auto y leo la letra en mi teléfono porque ella me la cantó y es algo que no voy a olvidar jamás. Nunca había vivido tanta cursilería pero me encanta.

Ella me mira y la canta con otra mirada. Es nuestra canción, estamos envueltas en recuerdos sin palabras, en los momentos que olvidamos que nuestros mundos están separados. Pone su mano en mi pierna y entrelazo mis dedos con los de ella. Con Fernanda no podemos soñar, no podemos decirnos palabras de amor, serían palabras que, con el tiempo, dolerán más. Solo cantamos, yo leo las canciones porque obviamente no las sé. He decidido que voy a dedicarme a buscar una canción que revele todo lo que me hace sentir.

Llegamos al laboratorio y a nuestro pesar todo los tramites del día nos lleva horas, horas que no podemos recuperar y nuestro ánimo comienza a decaer mientras la luz del sol va desapareciendo. Salimos y son casi las ocho de la noche. Cuando nos subimos al auto me lanzo a su boca, no me importa nada y a ella tampoco. Nos besamos, pienso que le haría el amor aquí mismo.

- La quiero tocar señorita - me dice.

- Tocame Fernanda, ¡Por favor tocame toda! - le digo con su carita bella entre mis manos. Atrapó su lengua con mis labios y la sigo besando.

- Vamos a su casa, yo ya quiero estar con usted ahí - me dice con una sonrisa hermosa en esa boca perfecta. La boca de Fernanda es de otro mundo, tiene unos labios preciosos y formados que parecen esculpidos. De verdad, no hay otra boca igual.

- ¡Vamos!- le digo mientras me abrocho el cinturón.

- Oiga, ¿Todavía me encuentra muy bruta? ¿Lo soy para todo?- me pregunta sin dejar de mover el auto para llegar rápidamente al depa.

- Nunca he pensado eso Fernanda aunque eres una granjera exquisita - me rio y la miro todo el rato que maneja. En treinta y dos minutos exactos estamos en el depa. Subimos en el ascensor, aguantando las ganas de comernos la boca. Lo sé porque nuestras miradas nos comen la piel.

Abro la puerta del depa y veo a Ilse sentada en el sofá. Fernanada viene justo detrás. No lo puedo creer, ni siquiera puedo pensar en nada.

- Amor me arrepentí de irme hoy así que pospuse el viaje para mañana. Quería verte antes que te fueras - dice eso y se levanta a saludarme. Yo aún siento los labios de Fernanda en mi boca y apenas puedo besarla. No miró a Fernanda, no puedo. Siento rabia, culpa, tantas cosas juntas que no puedo decir nada.

- Hola - dice Fernanda, le da la mano a Ilse - yo me voy a acostar para dejarlas solas. Se va a la habitación y no me mira.

Me quedo en el sofá con Ilse y le digo que estoy cansada, que nos acostemos. Vamos a la habitación y ella me cuenta sus cosas pero no puedo escuchar nada, solo pienso en ella, en el tiempo que no tenemos. Nos acostamos, Ilse me abraza y me dice que estoy callada. Solo puedo decirle que tengo sueño y que no puedo mantenerme despierta. Me he convertido en una mentirosa porque solo estoy esperando a que se duerma. Lo hace, se duerme y me levantó a la cocina. Doy vueltas descalza por el depa, no veo luz en la habitación de Fernanda y dudo si entrar. Vuelvo a dar vueltas y me paro frente a su puerta, pero no puedo. Si está molesta no quiero su rechazo. Me devuelvo a mi habitación y antes de entrar, un impulso me hace volver a la habitación de Fernanda.

Abro la puerta y la veo durmiendo. Me acuesto a su lado con cuidado de despertarla, la abrazo y respiro su olor, beso su hombro con suavidad. Ella se mueve, comienza a despertarse y me detengo.

Sabor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora