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Bueno hola de nuevo con una nueva historia, este tipo de escritura de desde el punto de vista de las protagonistas hasta en tercera persona esperó que les guste es totalmente ficción, con todo el respetó hacia las protagonistas.
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Mayte Lascurain, Pov (26 años)

Llevo manejando un par de horas, me desvié de la carretera hace varios minutos por un camino de tierra muy inhóspito para mi auto. No le hice caso a mi novia que me dijo que no era buena idea venir en este auto al campo. Ella siempre sabe más que yo de estas cosas, pero nunca la escucho demasiado. Siempre se comporta como mamá y me molesta un poco.

Sigo mirando el caminó, llevo las ventanas arriba porque no necesito bajarlas para saber que el calor es infernal. Adentro voy a 20 grados y creo que afuera fácilmente hay 35 grados, si no más. Encuentro el apellido de la familia en una placa desgastada de un pilar que da la entrada a nuestra viña. Me paso con el auto pero aquí no viene nadie, por lo que le doy reversa y entro por un camino largo, adornado de árboles a los costados. El sol abrazador se hace camino entre los frondosos árboles. Lo que más llama mi atención es que no recordaba que fuera tan grande y con tanto espacio alrededor. Por un momento me olvido del calor, de la tierra y el polvo, de saber que tengo que acostumbrarme a esta incomodidad por algunos meses, sin mi pareja y con personas que no conozco, bueno, si las conozco porque venía de pequeña a jugar con mi papá cuando mamá estaba viva. Estando aquí me sobrepasa una nostalgia que creo no haber sentido en todos estos años desde su muerte. Me siento en casa, en mi tierra, como si yo perteneciera a este lugar, como si todo lo que ha pasado en mi vida me hiciera volver acá.

Vuelvo en mí cuando estacionó frente a la casa y está Pedro esperándome. Pedro es un empleado de la familia que me conoce desde niña. Salgo del auto y un viento caliente me golpea la cara, me sacó la chaqueta y lo saludó con un abrazo.

-Señorita Maria Teresa, ¡tantos años sin verla oiga! - camina en mi dirección y me da un abrazo apretado y tosco.

- Mucho tiempo Pedrito, que bueno que una cara familiar me recibe. ¿Cómo estás?, recuerda que mejor solo Mayte esta bien- le preguntó mientras saco las maletas y él, cómo puede me ayuda - No te preocupes que yo puedo sola - le digo para evitar que haga mucho esfuerzo. Pedro tiene unos sesenta años, pero se ve muy desgastado, y es que el trabajo del campo hace eso en las personas. Mientras entramos hablamos de la vida y de su familia.

Me instaló en la habitación principal de la gran casona y me tiro a la cama un instante. Solo pienso en la ducha que necesito y me voy al baño. El agua está heladisima pero no me molesta, el calor hace que una ducha helada sea un alivio para mi cuerpo. Me visto lo mas cómoda posible y salgo de la casa a recorrer el viñedo. Estamos en época de vendimia y quiero estar presente para conocer a los trabajadores y al capataz. Llego bastante lejos, y veo a un grupo de trabajadores que están sentados hablando. Me presentó y les preguntó por el capataz. Me indican un corral donde puedo encontrarlo así que me dirijo al lugar. Hay dos yeguas preciosas corriendo, una detrás de otra y me subo en la cerca para observarlas, saco mi teléfono y le mando una foto a mi chica.

Siento un caballo galopar y parar detrás de mí. Me incómoda un poco la situación ya que levanta tierra y me doy vuelta muy molesta. Solo logró ver al caballo pero cuando se disipa todo ese polvo provocado por la tierra, veo a una mujer sobre el animal. Mi corazón estalla al instante. Es una mujer joven, con un sombrero, su pelo suelto, una sudadera y jeans. Viene sin montura y tiene la cara más hermosa que he visto en mi vida. No me salen las palabras mientras ella de un salto se baja del caballo.

- ¿Cómo le va?, yo soy Fernanda la capataz - se limpia las manos de un golpe en sus piernas y estira su brazo. Le doy la mano. Las palabras no me salen y solo puedo mirar su boca, sus ojos verdes y su piel tostada - ¿No habla usted acaso? - me pregunta.

Sabor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora