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Mayte Pov

Llego a la casa, no pudimos almorzar juntas porque hubo un problema en el campo que requería que Fernanda lo solucionara. Es un tema con los animales del campo y una enfermedad que está presente en más de la mitad de ellos.

Entró y veo la mesa puesta con una cena para dos. Tiene un mantel a cuadros blancos con rojo, unas flores al medio y dos platos, es algo simple pero es lo único que necesito.

- ¡Mi amor! - me abraza por la espalda y besa la base de mi cuello por donde cuelga mi pelo.

- ¡Mi negrita adorada! ¿Me tienes comida? - Le habló con su cuerpo completo en mi espalda.

- Yo soy su comida - escuchó una carcajada, algo extraño en ella y me encanta. Me doy vuelta y la beso completa - ¡La extrañé tanto oiga!

- ¡Ay Fernanda! ¿Qué voy a hacer contigo? ¡Entre más tiempo estamos juntas, más tiempo me falta a tu lado! - la beso y como siempre me busca la piel debajo de la camisa. Con Fernanda siempre es igual, antes de llegar debajo de mi ropa es una carrera, cuando llega a su lugar de destino, ella pone marcha lenta y comienza su recorrido, ya conocido pero la intensidad con la que me toca es como aquella primera vez.

- ¡Oiga, venga que le hice comida por no poder prepararle almuerzo! - me lleva a una silla sin sacarme las manos de debajo de la camisa, me sienta en una silla, me quedo ahí y no lo puedo creer, ella se va a la cocina y escondo mis lágrimas de emoción porque esto es más de lo que yo podía imaginar.

- ¿Sabe algo? Nunca me gustó cocinar - grita desde la cocina - pero que me hace feliz cocinarle a usted - viene con los platos. Es pasta y no me gusta porque es muy pesado para mí, sobre todo por la noche, además es una cantidad exorbitante de comida y sin embargo, me parece una belleza insólita.

- Igual no tienes que cocinarme, podemos ver que hacer entre las dos y yo también sé preparar algunas cosas - se sienta a mi lado con un plato más grande que el mío y come, ¡Cómo me fascina esta mujer! ¡Cada detalle!

- ¡Ya coma! - me dice

- Fernanda tu sabes que yo como poquito ¿Ya?- le digo para que no se sienta mal.

- Bueno, ¡coma lo que quiera! Y si no le gusta me dice y vemos que le gusta que yo no me voy a poner a llorar - sigue comiendo - ¿Por qué me mira? ¿Como muy mal para usted? Sabe que yo trato de educarme y por eso estoy estudiando pero me cuesta, si yo soy nacida y criada a pleno campo - sigue comiendo.

- No me molesta como comes Fernanda, no quiero que cambies. Yo te amo así, así te conocí y me encanta mirarte. No sé, me gusta percibir el mundo de la forma que tú lo haces, me gustan estas diferencias. - Yo no quiero que te sientas menos nunca. Hay cosas que quizás no entiendas mi amor pero yo tampoco - ríe - hay tantas cosas que uno no sabe, yo sé de algo que tú no y tú de algo que yo no y así es la vida amor - le doy un besito.

- ¡Yo no quiero nada que se avergüence de mí!

- Es que eso es imposible ¡Yo te admiro Fernanda! No pienses esas cosa. Vamos a organizarnos y me vas a acompañar a la capital para presentarte a mis amigos. - cuando digo eso, su ojitos brillan tanto que creo haber dicho algo correcto.

- ¡Me gusta mucho esa idea! ¿Sabe? Ya le dije que quiero que todas las mujeres sepan que usted tiene dueña aquí.

- ¡Tengo dueña y me encanta! ¿Enserió que quieres ir a la capital conmigo?

-Si. Oiga no ha comido nadita - me dice cuando ella se termina el plato.

- Si comí amor, pero poquito. No me gusta la pasta pero este estaba muy rico - le digo roja de vergüenza.

Sabor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora