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Fernanda Pov.

Salgo y las dejo a solas, en la distancia veo como la abraza, como la besa. A veces pienso que me volveré loca, que mi cabeza da vueltas en nuestros recuerdos que son tan pocos, tan contados que podrían desaparecer. Entonces me aferró a cada lugar que
estuvimos. Quiero creer que todo fue verdad, que ella no mintió cuando hacíamos el amor y mirándome a lo ojos me gritaba cuanto me amaba. Quiero pensar que ese te amo aún existe en el fondo de ella, de mi mujer.

Sigo caminando, sigo pensando, sintiendo cada una de sus caricias, cada vez que estuvo desnuda junto a mí. Sé que me prometí dejarla ir pero no puedo, no puedo si la veo a diario. No puedo dejar de cerrar los ojos y verla mirándome tan profundamente que es como si mi alma estuviera descubierta frente a ella. Y entonces me pregunto porque no soy capaz de dejarlo todo, como no puedo tener la valentía de decirle que nos vayamos y tengamos nuestra vida. Pero Qué pasa si ella ya no siente nada? Y si me olvidó? Si yo solo fui una mas?

Llego al lugar donde nos conocimos, me afirmó en la cerca, saco mi sombrero y las lágrimas caen, caen sin freno. No puedo dejar de necesitarla. Veo a las dos yeguas correr una junto a la otra. Suena mi teléfono y es Agnes. Respondo la llamada, me dice que está en la entrada de la casona y que tiene que verme. Le digo que antes tengo que pasar a ver a mi madre porque tengo que calentar su comida. Me voy corriendo a la casa de mi madre y sin dejar ni un momento de pensar en ella, en lo cerca que estuvimos. En las ganas incontrolables de deshacer mi vida, de arrancarme de todo y dormir a su lado todas las noches. Yo sé, tengo completa seguridad que no hay nadie con quien quiera compartir todo.

Llegó a la casa de mi mamita y le caliento su comida.

- Mi maria - me dice.

- ¿Cómo se siente? - le preguntó mientras le llevo la bandeja a la cama.

- Bien y usted como está? ¿Porqué tiene esa carita triste? - me pregunta y me acuesto a su lado.

- mamita, tengo una amiga que tiene un problema oiga y no sé qué decirle - le respondo.

- A ver, cuénteme - se acomoda para comer y escucharme.

- mi amiga es casada y se enamoró de otra persona - le digo.

- ¿Qué está hablando oiga, se enamoro de otro hombre usted? - me dice y siento que me voy a desvanecer.

- No mamita - me levanto de la cama.

- Ah ya, ¿está segura que es una amiga? - me pregunta.

- Si.

- ¿Y tiene hijos? ¿Su amiga tiene hijos?

- No, no tiene hijos pero no se enamoró de un hombre oiga.

- ¿Y de quién pues?

Hago una pausa

- No creo que entienda nada usted, mejor no le cuento nada - le digo.

- Dígame mi María.

- Se enamoró de una mujer.

- ¿Cómo es la cosa? Esas cosas no pasan.

- Si mamita, a ella le pasó, y nunca pensó que le pasaría, si está re complica la mujer - le digo.

- Es que, Cómo es que a una mujer le puede gustar otra yo mujer no sabría que hacer con una hija asi? -me dice.

- ¿Lo encuentras muy feo mamita?

- Muy feo oiga. Dígale a su amiga que no haga ni tal de dejar a su hombre por una mujer, dígale que eso se le va a pasar oiga, si esas cosas son cosas raras de la mente - me dice mientras come.

Sabor A TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora